jueves, 28 de abril de 2011

LOS NIÑOS DE KERRGALLO CXXV. A veces no es fácil...

Ayer me encontré en un tremendo dilema. No era la primera vez. Por la noche , mientras en la cama trataba de concentrarme en la autobiografía de Mandela, no podía dejar de darle vueltas ; ¿había hecho lo correcto esa tarde con aquella mujer? El corazón se inclinaba a decirme que tal vez  no, y la razón en lo contrario. Al menos el corazón no me dejaba en paz: ”podías haber hecho otra cosa, podías haberlo solucionado por tí mismo y haberles explicado a los que te trajeron a esa mujer, que la próxima vez debían de hacerlo ellos mismos..” ¿Pero cuántas veces se había repetido la historia, la misma historia ¿  unas pocas...

La manera de hacer sostenible la ayuda a los necesitados, cuando no se trata de cosas materiales, sino de cambios de actitud, de hábitos, es que ellos interioricen los cambios. Mientras por inercia eso no se haga pocas cosas, o al menos algunas fundamentales, van a cambiar. Cuando se puede andar sin la muleta pero se niega uno a arrojarla lejos de sí...¿qué hay que hacer?


Estaba en el dispensario, yo hacía bolsitas con 50 unidades de pastillas de hierro, y lo mismo de multivitamínicos, para que el profesor de inglés las diese en las clases de la mañanas a los chiquillos. De vez en cuando alguno de los muchachos que estaban jugando al fútbol con las nuevas porterías de balonmano se acercaba a que le curase un rasguño producto del juego. El abuelo Sowe, como cada dos días, se acercó a que le cambiara el vendaje del pié, le limpiara la herida y esas cosas...

Preparando bolsitas de vitaminas..
Desde que el dispensario se abrió, he tenido que repetir muchas veces: ”por favor lleva a tu hija al hospital, yo no soy médico, puedo limpiar heridas, dar un paracetamol, una dosis de vitaminas, leche en polvo  o un antibiótico para reducir una infección de muelas o de una herida, pero no puedo diagnosticar por qué a tu hija le duele el estómago...tienes el hospital a 6 kilómetros, habla con los médicos cubanos...”

Hace pocos días tenía una reunión en el dispensario con los dos compañeros de esta organización: el profesor y Modu , el hijo del alcalo. Estábamos sentados en torno a la mesa. Una señora apareció con una niña de 6 o 7 años, entró tranquilamente, no dijo nada,  la dejó sentada en una silla y se marchó. La tenía enfrente mía, y mientras la conversación entre nosotros continuaba, yo no podía dejar de mirar a la cria: trataba de mantener los ojos abiertos, pestañeando continuamente, los tenía rojos, irritados,  y bañados en líquido que se derramaba en cantidad por sus mejillas, se le veía sufrir. Y yo me iba calentando y calentando. Al cabo de 15 minutos volvió a aparecer la señora, se le veía como antes, tranquila, y apoyada en el quicio de la puerta contemplaba la conversación . No pude aguantar. Le dije cortando la conversación: “sra lo que tiene que hacer es llevar a esa niña al hospital. ¿cuántos días lleva así? Yo no soy médico, todos lo saben , yo no puedo diagnosticar lo que tiene ni darle medicación, y esa niña necesita atención. El hospital está a 5 kilómetros. Lleve a la niña ahora, ahora ¡.” Yuma y Modu se quedaron de piedra por mi brusquedad, Yuma echó mano a su bolsillo y extrayendo un billete de 10 dalasis se lo acercó a la mujer y le dijo que marchara al hospital. La sra desapareció con la niña cogida del brazo...A los 10 minutos volvió a aparecer. Le dijo algo a Modu, que me tradujo : “dice que si vas a ir a Barra?”. Mi contestación fue brusca: “dile que no voy a Barra hoy y que a ella ya le han dado dinero para que lleve a la niña al hospital”

La carretera está al borde de la aldea, las guele gueles pasan continuamente, el hospital está a 5 kilómetros, el coste es 6 dálasis el pasaje....

Sobra decir, cuantas veces he llevado niños al hospital..

¿Por qué pasan estas cosas? ¿por qué un padre o una madre o un amigo o un vecino es capaz de ver durante varios días sufrir a un ser querido y teniendo la posibilidad de ir al hospital no va?. Difícil entender desde nuestra mentalidad. No estamos en Calcuta, las miserias y dificultades en este país son importantes , las carencias obvias, grandes a veces, pero el desarrollo de infraestructuras y soluciones para un país que no llega a 2 millones de habitantes y que dispone de suficiente ayuda exterior para mejorar paso a paso, no nos ofrece el caos y el desastre de un país con mil millones de habitantes.

La aportación de ayuda exterior, de voluntariado,  de infraestructuras y medios debe de ir acompañada de un cambio de mentalidad, de hábitos, que no es fácil hacer, pero que cuando se trata de cuestiones de salud, no puede “la cultura” o los hábitos plantear un freno para intentarlo. Pasa lo mismo , en plan salvaje, con la mutilación femenina, y a nadie sensato se le ocurriría en ese asunto tratarles como minusválidos culturales. Y en el tema sanitario pasa por quebrar ese hábito ancestral de una sociedad tradicional en donde el remedio al problema ha estado siempre en manos del “brujo” de la tribu, del marabú, del hombre o mujer de la aldea que conocían los secretos de las plantas medicinales y las cortezas de los árboles, mezclado en el caso del africano con el mundo de los espíritus.

Ayer , una vez más me encontré de nuevo con ese dilema: forzarles a ellos a hacer lo que tienen que hacer, cuando realmente pueden hacerlo claro está, y quitarme de en medio como quien arroja lejos la muleta. Pero no es fácil, el corazón no lo pone fácil, y a veces uno duda.

Estaba yo en el dispensario con mis cosas. Se acercaron varias de las señoras del compaund de Yuma (él está en Dakar, en un hospital para que le hagan un chequeo de salud a fondo porque ni las soluciones locales ni los análisis en Essau dan con lo que tiene) y con ellas algunos de los muchachos grandes y Buba, el profesor Buba.

“Dale medicinas a esta mujer” me dijeron. Salí del dispensario, la mujer estaba sentada en el bordillo, le ví mala cara, le pregunté que tenía, vomitaba, tenía fiebre, estaba débil. Pregunté cuantos días estaba así. Me dijeron que dos. Era huésped de la familia. Una vez más me calenté, al menos por dentro, al oir que esa señora estaba así desde hacía dos días. “¿Por qué no la habéis llevado al hospital?” silencio.

Esa tarde , por primera vez desde hacía 8 meses tenía el Renault arreglado, me lo había llevado a Kerrgallo para que se recargasen las baterías. Como estaba fuera de combate desde antes de la anteriores lluvias, y no me venía bien, no había sacado las tasas de circulación: “este coche no puede salir a carretera”, me dije a mí mismo como una excusa cogida por los pelos. No se lo dije a ellos. A ellos les dije: “llevadla al hospital pues yo no puedo hacer nada, puede tener malaria, y está mal”. Porque mis razones eran otras , no era el coche, era plantarse ante la molicie, una vez más.

Me metí de nuevo en el dispensario. Al rato pregunté por ella a Yankuba, y por Buba: “Se ha ido a cambiar para ir al hospital”. Vale, pensé.

Pero me quedé mal, y por la noche no me podía concentrar en la lectura del libro de Mandela: “El largo camino hacia la libertad”, y pensaba que todo son caminos largos y no es fácil tomar atajos que sean efectivos, ni decisiones que contradicen el corazón. Lo dejé a un lado , pero me costó dormirme.

O lo acaban haciendo ellos por sí mismos, cuando tienen medios, o simplemente los estamos haciendo dependientes para siempre y nosotros los utilizamos para lo que nos interesa. Nadie quiere consejos, y menos que se le cambie la película, quieren que se les solucionen sus problemas. Nadie quiere ir diciendo las verdades, se prefiere ir de bueno por un rato y usar la sentimentalidad falsamente compasiva. Nadie quiere ir “de malo”.

La manera de hacer sostenible la ayuda a los necesitados, cuando no se trata de cosas materiales, sino de cambios de actitud, de hábitos, es que ellos interioricen los cambios. Mientras por inercia eso no se haga,  pocas cosas, o al menos algunas fundamentales van a cambiar. La sanidad y sus hábitos es una de ellas, y de las fundamentales.

Pero para eso se necesita estar cerca, tener fortaleza y tener paciencia. Y a pesar de ello, uno nunca sabe si hizo lo mejor.

El abuelo Sowe no puede ir a ninguna parte
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P.S.: esta mañana me he acercado a la aldea para saber de la sra. enferma.  Buba y las mujeres del compaund estaban sentados a la sombra del gran árbol de la entrada. La llevaron a la tarde , tras el episodio relatado arriba, al hospital. Le hicieron el test de malaria: no estaba infectada. Le trataron para su malestar específico, y de vuelta a casa la misma tarde con sus medicinas adecuadas. Esta mañana estaba bien, descansando. Volví a hablar con Buba y las mujeres: "hay que ir al hospital, hay que ir al hospital". Ellos asentían mis palabras....

Una última conclusión: a esa señora, en época de malaria, los sanitarios de barrio que hacen negocio pinchando cloroquina, le hubiesen "diagnosticado" malaria (dolor de cabeza, fiebre, dolor de tripa y vómitos: el cuadro completo)...Así la malaría se ha hecho resistente a la cloroquina, debido a esta práctica aventurera. 


P.P.S.: A la tarde, volví a preguntar por ella, a Buba, me dijo que la señora se había puesto peor.
"¿Qué habéis hecho ?" le he preguntado. "La hemos llevado al Hospital. Los médicos la han ingresado, estaba mal".....

2 comentarios:

oriana zanco dijo...

Eso,cambio de actitud y de mentalidad,pero antes tiene que haber este mismo cambio el la ayuda exterior,un cambio de actitud en la solidaridad,si no nunca dejaran de ser dependientes ...esta dependencia,que en el fondo es lo que la mayoría de organizaciones de ayuda quieren.
Gracias Gustavo para transmitir esta forma diferente de solidadridad que tiene El Color De La Papaya.

Flor dijo...

Haces lo que debes Gustavo diciéndoles que vayan al hospital. Tienes toda la razón en adjudicarles a ellos la responsabilidad de tener que ir sin más. Eso es lo correcto.
Un beso.
Flor