jueves, 7 de octubre de 2010

LOS NIÑOS DE KERRGALLO ( XCIX). La Malaria

Las tremendas lluvias de Septiembre han dejado un rastro de malaria impresionante. En el hospital de Essau, los enfermos , en la sala de niños, se cuentan de dos en dos y de tres en tres por cama.

En una semana han sido 10 los niños de la escuela que se les ha detectado malaria, y al relatar esta incidencia importante en nuestra vida me da ocasión de informar sobre ese asunto tan envuelto en brumas y confusión.

La malaria mata mucho, ciertamente. Y cuando no se ha tenido la oportunidad de conocerla , asusta mucho también, por el rastro de muerte que deja cada año a lo largo y ancho del mundo. De hecho un querido familiar, un primo mío, hace treinta años murió de una malaria contraída en Kenia. Aún recuerdo la desesperación de sus padres al lamentar que mi primo Alfonso no hubiera prestado la debida atención a los síntomas y la hubiera confundido con una gripe de la que esperaba curarse al llegar a Madrid. Cuando llegó habían pasado ya varios días desde que la contrajo, y no se pudo hacer nada por él. Murió en Madrid de malaria.

 La desesperación infinita de saber que con un poco de atención aquello no hubiera destruido la vida de un ser humano. Tan solo se trató de no haberle prestado la debida importancia.

Recuerdo hace cinco años, nada más llegar aquí que dos de mis hijos se sintieron mal, de una manera extraña, con unos síntomas claros de que aquello era algo nuevo. Les llevamos al Hospital de Essau, y tras hacerles la prueba de la malaria, nos informaron que los chicos la habían contraído. Recién llegado a estas tierras, y con el conocimiento difuso que la mayoría de las personas tienen sobre esta enfermedad, cuando te dice el médico que tu hijo tiene malaria, el impacto que produjo fue como si me hubieran comunicado algo parecido al cáncer. Como si una desgracia tremenda se hubiera abatido sobre la familia. A mí se me heló la sangre. Malaria...  Los doctores cubanos me tranquilizarían en pocos minutos al explicarme cómo ese asunto se abordaba y se curaba. Al cabo de tres días, aquello no había sido más grave que una gripe o una bonquitis.

Más tarde , mi mujer y yo pasaríamos por lo mismo. Y veríamos muchos trabajadores y conocidos pasar por la malaria a lo largo de estos años..

Yo ya no volvería a ver aquella mortal enfermedad como la primera vez que escuché “tu hijo tiene malaria”.

  Niños de la Escuela tomando batidos multivitamínicos. La acción de la malaria sobre un desnutrido es brutal.

Pero la malaria mata millones de personas al año ¿cómo explicarlo si el tratamiento es efectivo? Pues, en la mayoría de los casos,  por la misma razón por la que murió mi primo Alfonso, por no prestar atención a los síntomas, no tener conciencia de que puedes estar infectado de malaria, y que si dejas pasar tres días, la cosa puede ser irreversible.

Ciertamente que en zonas donde la asistencia hospitalaria no existe, de poco sirve que tengas conciencia de que no se puede esperar tiempo si tienes síntomas de haber sido infectado: si no tienes donde puedan administrarte la cura , de poco sirve. Gracias a Dios éste  no es el caso de Gambia.

En Gambia, el tratamiento contra la malaria es efectivo y gratuito en los Hospitales. Y aquí la variedad de malaria que existe es de las peores.

Nos volvemos a encontrar con el inconveniente de la conciencia social, al igual que en el caso de la escolarización en primaria, como uno de los obstáculos que permitiría vencer las consecuencias mortales de la enfermedad. Las gentes, muchas de ellas, no están concienciadas de los síntomas de la malaria, y de la gravedad de dejar pasar los días. Aún y teniendo el hospital a unos minutos o unas horas, no saben que les va la vida en ello. Las estrecheces diarias y la resignación ante la vida hacen el resto.

Otra grave tara social el hábito de prestar toda la confianza a alguien del barrio o de la aldea, a alguien conocido, cercano, antes que a esa cosa que es un Hospital.

El africano está sujeto y mucho a sus prácticas ancestrales (como casi todo el mundo en las sociedades tradicionales), antes era el hombre-medicina de la tribu, con la llegada del Islam, el brujo pasó a ser el marabú, y con la llegada de la modernidad, se introdujo la figura del "enterado" del barrio que se llama "doctor", y “que sabe mucho”, claro está. Conocemos unos pocos de esos últimos.

Habitualmente se prefiere asistir a ese tipo de asistencia, que no a la hospitalaria. Y a menudo , como en cualquiera de las enfermedades o fracturas de huesos, acaba teniendo consecuencias desastrosas. Entre la malas prácticas “de barrio” está la administración de inyecciones de Cloroquina que han provocado en el pasado , por su abuso sin test previo de malaria, en esos ámbitos,  una resistencia de la enfermedad a esa medicina, lo cual supuso que el Ministerio de Sanidad hace dos años cambiara el protocolo de asistencia a la malaria, descartando el uso de la cloroquina  e introduciendo el Coarten. La cloroquina se sigue vendiendo en las farmacias y se sigue comprando para administrase sin test, en esas diagnosis de "barrio".

Ampolla de Cloroquina, coste 5 dalasis la farmacia de Essau, 0'125 €

Ampolla de Quinina, coste 20 dalasis, 0'50 €

Sabíamos muy bien como funciona en los Hospitales el asunto contra la malaria, pero en esta última semana he podido presenciarlo muy de cerca.

Hace tan solo cinco días, una mañana  al ir a repartir los batidos a la escuela, una señora senegalesa que con su hijo estaba de visita pasando unos días de vacaciones en la casa del Profesor, me indicó que había un niño enfermo. Visitamos al niño. Le dolía la cabeza y tenía fiebre. Al cabo de pocos minutos, resultó que había, repartidos en las chabolas , más niños que se sentían mal. Hablé con todos ellos para saber los síntomas. Todos igual, dolor de cabeza y fiebre. Tan solo uno, había vomitado aquella mañana dos veces. Alguno de esos niños , llevaban dos y tres días enfermos. Tres días¡¡¡ si aquello era malaria podíamos estar ante un problema grave. Y allí nadie había dado la voz de alarma. Los chicos, echados en sus colchones estaban pasando a palo seco lo que fuera que tuvieran....

Este es un panorama muy común: la inconsciencia de que puede ser malaria, y que la malaria mata en una semana.

Cogí a los cuatro chavales y a uno de los mayores y me los llevé en el coche al hospital.

Hablé con el Dr Julio para exponerle el motivo de la visita, y al rato, uno a uno fueron pasando por el test de malaria. Que es muy sencillo y lo explicaré.

                                                             El test.

No requiere de electricidad. Se le hace un pequeño pinchacito en el dedo al paciente,




se le toma con un plastiquito una gota de sangre











 que se introduce en un agujero que se encuentra en una barra de plástico de unos 10 centímetros de largo , dos de ancho y 5 milímetros de alto.









En otro orificio se introduce una gota de un elemento químico. Si el reactivo detecta malaria, un dial presentará una línea vertical rojiza o si es muy intensa la malaria una amplia franja roja,  en menos de cinco minutos.

El test es rápido y no tiene error, se hace en unos pocos minutos, y se efectúa SIN COSTE  en Gambia. Gratis al igual que el tratamiento.

                                                    Dr. Julio, del Hospital de Essau



En menos de una hora y media desde que me llevé a los niños, sabíamos que tres de los cuatro tenían malaria. Uno de ellos, el que llevaba tres días y tenía vómitos habría de ser ingresado, tras darle una inyección para cortarle los vómitos y que pudiera injerir el tratamiento oral, a base de pastillas de Coarten, que se administra durante tres días, y que es suministrado así mismo de manera gratuita en los hospitales de Gambia, junto con algún paracetamol, un antibiótico y un multivitamínico, todo ello recetado por el doctor, y recogido sin coste en la farmacia del hospital.

 Desde que se empezó a administrar el Coarten, al menos en el Hospital de Essau, no ha faltado nunca. Otra cosa es que el antibiótico o el multivitamínico que suelen acompañar el tratamiento prescrito, esté siempre disponible gratuitamente en el dispensario del Hospital.

Modu, que fue ingresado, a la tarde del siguiente día, tras 24 horas, estaba de vuelta en la explanada. Los otros dos a los que les fue recetado el Coarten, tras tres tomas, al día siguiente, su aspecto era otro, y no guardaban cama. En 48 horas todo había pasado. Si no hubieran ido al hospital ese lapsus de 48  horas podía haber presentado para alguno de ellos un panorama crítico y ese niño hubiera sido llevado ,  entonces, en estado de alarma a un hospital en donde se le habría recuperado o habría muerto. O se habría muerto en casa. Y se habría dicho: “lo mató la malaria”. Sí, pero sobre todo lo mató la indolencia de quien estando a 15 minutos de un hospital, no lo llevó a tiempo.  Y la anemia.

Habría muerto por la indolencia primero, la anemia y la desnutrición después y lo enterraría la malaria. Sin esas ayudas, la malaria lo tendría dificil en gran parte del mundo

  Este niño de Kerrgallo, como tantísimos otros podría haber muerto de malaria. Lo dramático es que mueren a miles, teniendo a veces, como es el caso de este país, la solución gratuita en el Hospital.

Estas son las dos caras del asunto. Si antes de tres días vas al hospital, la cosa es menos grave que una gripe. Si no vas, te mata. Un dramático desenlace tan frecuente, para una cura tan simple cogida a tiempo. Es desesperante. Por ello la lucha contra la malaria tiene un componente cultural importante, muy importante, en un país como éste, e imagino en muchos otros: “Si tienes dolor de cabeza, vómitos, fiebre...PIENSA EN MALARIA, Y VE AL HOSPITAL”

Ciertamente que las aldeas remotas lo tienen más difícil, pero al menos en este país, y en las furgonetas de transporte público, hay  un centro hospitalario a menos de 2 horas, por decir una barbaridad de tiempo. O cinco, que más da cuando la muerte  ronda tan cerca.

Dos días después atardeciendo ya, y estando Dr. Julio en la explanada,  lo mismo “hay un niño que le duele la cabeza”. El doctor nada más verlo dijo  que había que llevarlo inmediatamente e ingresarlo, pues casi seguro que tenía malaria, por lo débil que se encontraba el cahavalín, que no podía estar de pié.

Gracias a esa interacción de los doctores cubanos, cerca de los niños de Kerrgallo, sus condicones sanitarias están mejorando.

Anochecido ya, se le hizo la prueba, en cinco minutos sabíamos que tenía una malaria de caballo. Quedó ingresado, y 48 horas más tarde volvería casi recuperado.

Unos  días después, volvíamos a las mismas: varios chiquillos que se encontraban mal.

Nada de síntomas terribles, tan solo en todos los casos dolor de cabeza y fiebre. Ya ves, algo tan normal...Mandé llamar a todos los que estuvieran enfermos, acudieron 7 chavales, y de nuevo, con uno de los mayores, Yankuba y David Urbán, nos fuimos para el hospital.

De los siete , 6 estaban con malaria. Dos quedaron ingresados, cuatro volvieron con su medicación. En dos días todos ellos estaban bien.

                                                               6 de 7.

Esta es la historia con todos los pormenores, aleccionadora sobre qué es la malaria, cómo en este país se trata sin coste alguno, y cuál es en definitiva la práctica correcta.

La información estricta, ajena a las manipulaciones sentimentales o los intereses personales, es el primer requisito para orientar a cualquiera que quiera hacer algo ciertamente positivo por ayudar.

Una vez existe la asistencia médica adecuada,  nos encontramos con dos inconvenientes importantes:

1)      extender la conciencia social de que hay que ir al Hospital en cuanto se tengan unos determinados síntomas
      2)   No incidir en las prácticas incorrectas que nublan la visión del asunto, y no suponen ni un avance sanitario ni un desarrollo cultural.


Ahmed Acevedo

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