sábado, 16 de enero de 2010

LOS NIÑOS DE KERRGALLO (XX). ¿Qué hacer?







Es difícil a veces evaluar el sentido final y las consecuencias de muchos de los pequeños actos que el hombre realiza. Pero es trascendental pues no hay nada que no tenga consecuencias, y éstas pueden ser de muy diferente tipo y sentido. Vanalizar las consecuencias, o simplemente no pararse a reflexionar sobre ellas me parece temerario. Simplemente inconsciente.

Hace cuatro años que me instalé a las afueras de una aldea, Buniadu, con la intención de vivir entre las gentes, echar una mano en lo que pudiera, y desarrollar un proyecto agrícola que más tarde se encargaría la irresponsabilidad e impericia de una empresa española como PLANASA, de darle la puntilla equivocando una variedad de fresas encargadas para este clima al mandarnos otra para clima freso. Vale.

Una de las cosas que más nos molestaban era que allá donde fuéramos los niños no dejaban de gritar como posesos “tubab minty, miiiiiinty¡¡¡” (Blanco dame caramelos¡¡).
Simplemente nos parecía horrible, triste y echábamos la culpa de ello a los padres, pues nos planteábamos cómo unos niños de una aldea que no tienen relación con turistas, niños de menos de tres años, todos, podían estar tan poseídos de ese impulso, y culpábamos a los padres. Claro que yo, como aquellos niños, no tenía contacto con los turistas, y poco me interesaba el asunto, aquello me parecía cosa de “la otra parte”, incursiones de alienígenas blancos hacia este lado del río....Estaba equivocado en casi todo.

Cuando la impericia de PLANASA (Plantas de Navarra S.A.) nos dejó crujidos y no vimos otra alternativa que transformar nuestra granja en una apacible Casa Rural para dar parada y fonda a los turistas, empezamos a tener contacto con la realidad humana, tan variopinta, que se acercaba a conocer este país africano, y empecé a considerar que los niños no eran víctimas de la ignorancia de sus padres sino de los blancos.

La imposibilidad de acercarse a esos chavales sin que mediara el interés de recibir caramelos o lo que fuera era  frustrante. Aunque al acercarte pararas la avalancha demandante, era evidente que su expectación y esperanza de obtener un caramelo se mantenía hasta el final, y por tanto el resultado era la desilusión.

Peor era ver el algunos más mayorcitos que tras pedir minties y contemplar nuestra falta de respuesta , se echaban el índice de la mano derecha al cuello y en un movimiento rápido, el que se hace para degollar los corderos, lo deslizaba de parte a parte de la yugular. Pues vale.

Pero eso no era todo ni  se circunscribía a la infancia. El “give me, give me” era una cantinela que iba destinada a un diente postizo como a una cámara digital.

Esos jóvenes, o menos jóvenes, habían sido niños antes, y los niños pronto crecerían.

Fue el primer grupo de turistas a los que impliqué en visitar Kerrgallo, a través de nuestro amigo el guía Abdulay. De camino para allá nos desviamos hasta Berending, en donde a la entrada del pueblo hay un enorme árbol de tronco impresionante, junto al cual gustan los guías de llevar a los turistas y hacerse fotos ante tal prodigio de la naturaleza. Nada más aparcamos en el lugar salieron de todas partes niños y adolescentes  pidiendo caramelos en una actitud desbocada, y muy irrespetuosa. Una de las señoras que componían el grupo me preguntó mientras se echaba la mano al interior del bolso “¿se les puede dar caramelos?” Iba a tardar muy poco en arrepentirme de mi cobarde respuesta, pues hice un tímido signo afirmativo. En mi interior sabía que era un error, pero me supo mal “cortarle “ el rollo amable y bien intencionado a mi huésped. Ella, segundos más tarde fue la que se arrepentiría y probablemente maldeciría mi mal consejo: los niños se le abalanzaron de malas maneras hasta casi hacerle perder el equilibrio y tirarla al suelo, unas adolescentes empezaron a cachondearse cuando la turista trató de imponer orden, al final arrojó las piruletas lejos de ella para salvar su situación mientras los niños disputaban a brazo partido por el placer de llenar su boca de glucosa. Me sentí abochornado, cabreado y culpable.

¿Qué había pasado? Pues que el árbol en cuestión es reclamo de turistas a tropel y los niños estaban bien baqueteados con la fiesta de los caramelos que tanto gusta organizar a los guías. Lo mismo que en el camino de Albreda que mencionaba Raquel: pista trallada de turistas que han dejado a su paso las consecuencias de sus actos irreflexivos.

Estoy seguro que la mayoría de experiencias de este tipo no han dejado satisfechos a los turistas. Desean hacer algo, desean contemplar y gozarse con la sonrisa de los niños, pero tal vez no sepan como hacerlo bien, y el camino fácil que les sugieren los guías y que se ha impuesto por la costumbre, no acaba de satisfacer sus deseos. Saben, de alguna manera, que algo no funciona en el asunto.

Las caries son importantes , claro que lo son, pero las caries del alma son peores pues es más difícil curarlas, sobre todo cuando se maman en la infancia. Las de la educación.

Alguien se ha planteado qué relación tiene el comportamiento que tenemos con los niños africanos cuando nos los topamos en nuestras vacaciones, y el que hemos desarrollado con nuestros hijos en España? O en general por no personalizar y menos por que no sé a quien me dirijo ¿con los niños educados en occidente en relación a “darse el gusto” y a la abundancia?

 ¿Qué les pasa a esos niños criados en esa sociedad que al final el nivel ascendente de exigencia por “el gusto” y de intensidad por la abundancia, no les acaba satisfaciendo nada, excepto por los breves instantes del gozo inicial? Que no están satisfechos con nada y que no aprecian nada de lo mucho que se les da.

¿O es que precisamente por la frustración de ver cuán difícil es arrancarles  a nuestros niños allá, por el abotargamiento al que lleva la abundancia y la facilidad, una sonrisa de felicidad aún les entreguemos como regalo el sumsum corda, que nos satisfacemos a nosotros mismos con la sonrisa fácil de un niño africano al darle un caramelo?

Por este camino, esa autosatisfacción se nos pondrá más difícil con el tiempo y no bastará un caramelo, será necesario darle un teléfono móvil para que tengamos la misma sonrisa de antes, pero más retorcida?

Y eso es lo que en general el turista occidental exporta en sus comportamiento con los niñitos africanos: parece ser que la fórmula ensayada en casa nos dejó tan satisfechos en sus resultados que la reproducimos en cuanto podemos. A lo mejor es que lo que hemos hecho con la  infancia allá, no hemos sabido ligarlo a las causas que lo originaron y no sabemos por donde nos pega el viento.

La sonrisa de un niño. ¡qué cosa tan hermosa ¡ ¿verdad? Y tan fácil de hacer aparecer en el rostro iluminado de un pequeño. Basta darle una piruleta y ya la tienes. Incluso la puedes fotografiar en primer plano y atraparla como quien se lleva un milagro a casa para poder recordarlo eternamente.

¿A quien satisface la sonrisa de un niño? Al niño no, claro está, al niño le satisface el caramelo, y a ti la sonrisa. ¿Es necesario ese intercambio?

Y ¿la satisfacción del niño, por esa vía es buena para él, qué consecuencias tiene?

Los niños no necesitan caramelos, necesitan afecto y buena educación, en el sentido integral de pautas que les permitan desarrollarse como hombres y mujeres integrales. Necesitan que lo que los mayores les damos favorezca su crecimiento  sano.

Y si no puedes educar y dar cosas importantes a los niños africanos, no des sucedáneos de obtención rápida de sonrisas y aparente felicidad.

Los niños no necesitan caramelos, y menos cada día como sucede aquí: necesitan orientación buena. Necesitan otras cosas más básicas en el sentido material, en todo caso.

Las circunstancias que rodean esos encuentros ¿encuentros? entre el adulto turista y el niño africano son efímeras, cuando no fugaces al ser arrojados los caramelos desde los jeeps. No existe ningún contacto humano, no hay cercanía de ninguna clase. Hay una transacción rápida en donde cada una de las partes va a lo suyo: yo me quedo con el caramelo y tu con mi sonrisa. Es una relación absolutamente egoísta por ambas partes. No hay contacto humano, no hay contacto humano.

Es diferente darle un caramelo a un niño después de que le hayan hecho una cura dolorosa en el hospital, después de haber realizado una buena faena, en algún momento señalado de fiesta....Si no podemos estar en ese momento hay que pensar los efectos de dar en los momentos que yo puedo y de la forma que lo hago.

Una sonrisa cercana y sincera , una caricia no ritual, producida por el roce arrancaría una sonrisa diferente, no tan explosiva, pero a buen seguro más intensa e íntima.

Las entregas de los caramelos suelen estar  rodeadas del alboroto normalmente producido por la ansiedad de que “a mí me alcance uno o más”, provoca competencia y avidez entre ellos.

Dar un caramelo, en un momento determinado, con discreción, sin alharacas, de tú a tú, tiene un efecto diferente. Ese es el término medio. Pero eso no siempre es posible, es más,  con el tiempo dedicado a contactar con ellos es imposible. Hay que salir zingando a la siguiente aldea. Es normal pero hay que tenerlo en cuenta y quizá facilitárselo al profesor, al pediatra, a quien sea que pueda hacerlo de otra manera.

¿Has pensado si las personas responsables de esos niños a los que repartes caramelos están de acuerdo en esa práctica? Porque si alguien viniera a mi casa y se proyectase sobre mis hijos de una u otra manera , dando esto o lo otro sin consultarme si me parece bien, yo no estaría muy de acuerdo.

Cada uno educa a sus hijos como estima conveniente y una intervención como esa, no carente de consecuencias, no debe de hacerse pasando por encima de quien tiene autoridad sobre los chavales. A lo mejor aquí como lo que no hay es mucha dedicación a la educación de la infancia, lo que menos necesitan es mala educación por parte de los extranjeros, porque lo que se está haciendo es ocupar un desgraciado vacío educacional con hábitos poco saludables, a mi entender. O lo mejor esas personas supuestamente responsables de los niños aquí no tienen claro si es bueno o no lo que los blancos hacen, o a lo mejor sí. Pero lo que está claro es que los blancos no tienen claro que deberían ser más prudentes al incidir con sus acciones en una cultura diferente. Exportamos nuestros comportamientos, nuestros deseos, nuestra cultura, porque consideramos que nuestros hábitos, deseos, criterios, forma de ver la vida, tal vez es la mejor, pero eso no está nada claro. Somos capaces de captar como nuestra alma, nuestro ser, cruje en una sociedad como la nuestra donde no encontramos la paz ni la serenidad, pero no somos capaces de ligar esos efectos a las causas que lo provocan. Y las causas son culturales, y es la cultura la que se exporta incluido en los pequeños gestos. Habría que ser más prudentes. Y una manera de serlo es que si no puede aterrizar para estar cerca de ellos, no hagas algo desde la distancia o la rapidez pues hay una alta posibilidad de que la....pifies.

Es difícil para mí organizar bien los mucho planos que a mi juicio se mezclan en este asunto. Hablar de acciones concretas como la entrega de caramelos, puede darnos una luz centrada y clara en un asuntillo, pero creo que hay que remontarse a otros niveles, en general, que nos permitan ordenar nuestro accionar, así mismo, en general.

Y un criterio, a mi juicio básico, es que la cultura del consumo y la abundancia es un craso error.

Que la moderación y el control de las razones por las que podemos llegar a desear  las cosas es fundamental.

Se me podrá decir que estoy llevando las cosas muy lejos, que lo único que se pretende es darle a unos niños que carecen de todo algunas cosillas, como zapatillas, camisetas, caramelos....

Habrá que empezar a distinguir lo necesario y lo superfluo para orientarnos un poco. Porque lo necesario, si podemos, hay que darlo, lo superfluo, mejor lo olvidamos, sobra.

Porque ya que el hombre ha olvidado su sabiduría ancestral, y nos movemos con las orejeras del método prueba-error que tanto gusta a nuestro pseudo racionalismo y pseudo cientifismo empirista, reflexionemos a qué nos está conduciendo en nuestra sociedad tal culto a poseer lo superfluo.

Que es la consecuencia obligada de un sistema basado en la estimulación del deseo para que el consumo, más allá de las necesidades, siga haciendo funcionar la maquinaria de la superproducción, el superbeneficio, y la infravida destinada al sobre trabajo que pague ese sobre consumo  con ayuda del crédito.

“Coño, y todo eso por unos pocos caramelitos ¿¡”

A mí me hace mucha gracia cuando algún guía, que como listos que son conocen bien a su cliente, y a su pueblo, y por tanto conocen bien  la satisfacción del turista cuando un niñito se le deshace en una sonrisa, una sonrisa que los niños de occidente han olvidado porque ya no hay nada que se la pueda provocar, no le quieren poner freno a lo de los caramelos, sino que lo estimulan: porque así el cliente se emociona y queda muy feliz, pero paradójicamente, a su vez,  cuando el cliente solidario y humanitario dice “Pobrecitos niños¡” el guía, como él me ha relatado  reflejando esa escena, le contesta ” Sí, pero no te equivoques que esos niños son más felices jugando en los caminos de tierra con “nada” que los niños en España”. Y el pícaro tiene razón.

Moderación. Porque como muy agudamente concluye Raquel, tú te paras en una aldea a repartir caramelos, pero es que a lo largo del día se van a parar tres más, y en unos años serán 10 jeeps diarios los que se paren para el ritual de la glucosa envenenada.

¿No es eso fomentar el consumismo que al fin y al cabo es  la avidez por usar o ingerir lo superfluo por darnos el gusto, la mayoría de las veces,  a una NECESIDAD INDUCIDA por la cultura o el hábito?, ¿son necesarios esos caramelos, incluso, es necesario un caramelo diario? Yo creo que no, y que es muy contraproducente no ya por la salud, sino por otras cosas peores.

A nadie se le escapa que uno de los rasgos de nuestra cultura es que es una cultura del goce. De hecho la estimulación de las sensaciones, de los sentidos, y del placer es un componente básico destinado a perseguir la felicidad sobre el falso camino de la satisfacción sensorial obtenida a través del consumo y centrado en la idea del “carpe diem” , la fugacidad de la vida y en la necesidad de disfrutarla. Es la estimulación del deseo en la ilimitada gama que puede ponerse encima de la mesa.

 De eso saben mucho las compañías de publicidad, cuyo fundamento de ser es ése, estimular el deseo para cubrir ilimitadas expectativas de beneficios de nuevos productos y servicios.

¿Y la gente obtiene la felicidad y la paz a través de esa historia?  Contestaros vosotros mismos, porque a mí me parece bastante claro el montaje de la trampa.

Prueba/error. Prueba/error. Prueba/error.


De hecho cuando el turista solidario viaja a estos países es a través de la acción benévola, de la caridad y de la ayuda a los necesitados, que está buscando él mismo la satisfacción y la paz que no le da su sistema de vida, tan colmado de cositas, pero a la vez comete el error de creer que colmando de cosas a los necesitados es como va a proporcionarles la felicidad.

A lo mejor es que no sabemos aún de donde nos viene a nosotros la insatisfacción...a pesar de todo lo que tenemos.

“Pobrecitos niños¡” exclama el turista cuando ve a los mocosos....Y  el guía Abdulay, como él me ha relatado  reflejando esa escena, le contesta ” Sí, pero no te equivoques que esos niños son más felices jugando en los caminos de tierra con “nada” que los niños en España”. ¿ Y éso como se entiende amigos míos?

Hay que distinguir lo superfluo y lo necesario. Y lo necesario darlo con moderación y modestia. Con cercanía y haciendo que se valore lo que se da.

Y cuidar la forma con la que se da. Ahí está el punto medio.

Los niños son los seres más vulnerables. Y los niños pobres que carecen de todo, más aún. Podemos hacerles mucho daño sin querer. De hecho lo estamos haciendo.

La satisfacción debe de venir producida no por la dádiva sino por lo logrado con el esfuerzo y a través de la auto estima, y la mendicidad no la otorga, o como consecuencia del afecto, de la relación.

No des caramelos, da cinco euros cada mes a quien puedes estar segur@ que no los malversará para que con ellos se compren medicinas que tú vas a traer, u otros  y dárselas a quien tampoco hará negocio con ellas para que esos niños puedan ser atendidos y curados, fortalecidos en sus precarias defensas, y además entonces, ese médico pueda darle un caramelo.



Por ejemplo dale esos cinco euros al mes a MENSAJEROS X GAMBIA para que compre y traiga medicinas necesarias a Gambia.

O contribuye a recaudar 500 euros al mes que es lo que Heike y Henry necesitan para vivir aquí, de manera que no tengan que cerrar la clínica durante siete meses para marchar a llenar su bolsa a Alemania , para poder seguir gastando su vida ayudando a los demás.

Eso o las medicinas de Mensajeros x Gambia, van a satisfacer mucho más las necesidades reales, no superfluas de esos mocosos desarrapados por los que tanto nos conmovemos.

Escoge, ante la duda, las acciones claras, pues mientras no tengas bien despejado que lo que haces no tiene una consecuencia negativa, deberías de abstenerte de ello. Sobre todo cuando el campo de acción sean los niños.


Ahmed

3 comentarios:

Historias de África dijo...

Creo q este un tema realmente importante donde yo mismo pequé de ese error... por lo q amigo mío con los turistas que se avecinan para acercarse a tu hotel y conocer Kerrgallo vas a tener q mostrarles lo q muy bien nos acabas de contar y reflexionen... y con tu permiso colocare total o parcialmente esta reflexión en una o en las dos webs. Y sinceramente me quedo bastante preocupado pues algo q debería reflexionar cada turista q viaja... igual si lo lee en una web se lo piensa dos veces... y eso q el turista no lo hace malintencionadamente... entonces Gustavo... Y LAS FOTOS Y LOS VIDEOS????? que? y otras cosas... un tema muy complicado y muy importante... y pq los turistas tiene q ir a una aldea? o ir a kergalo? gracias a kergalo, brefet..., a ti y otra gente, mi vida a cambiado y no solo por MxG, sino por otras cosas... en fin no se... un abrazo.david... me quedo preocupado.

Gabi dijo...

David trankilo, tu haces fotos y videos para un fin, para un fin mayor, mejor.

Los turistas es bueno que vayan a Kergalo porque ven una realidad real. Ven algo que no es para turistas.

Mientras Marta entregaba las medicinas a Heike yo cometí el error de no hacer fotos. Ahora lo veo. Gracias a ti. Hacer fotos en aquel momento era bueno. Era bueno para poder enseñar y educar.

Pero atención, nadie es perfecto. Y los turistas haciendo el turista tb hacen cosas buenas... dejan divisas en Gambia. Algo es algo.

Y de vez en cuando alguno que va a hacer puramente el turista... tachan tachan!!... crea MxG. Y eso es buenísimo.

Salut

Gabi

Ahmed dijo...

David, el asunto está en encontrar el término medio, y creo que lo que puede mejorar las cosas es en LA MANERA DE HACERLO. Lo que no tiene mucho sentido y es perjudicial es el reparto de caramelos o de cualquier otra cosa sin que exista un contacto previo. Una manera relajada de acercarse a la situación, pues entiendo que en ellos, hacerlo de otra manera , provoca confusión: unos blancos se paran y reparten. Por éso, porque no hay otra huella dejada que el rcontaccto sino tan solo el reparto, identifican el blanco al pasar con el reparto, porque fué así casi siempre, tan solo así. Y creo que esos "encuentros" en la mayoría de los casos no deja satisfecho al turista, como lo que conté del árbol de Berending. Dejan un amargo sabor. Si hubiera que reorientar las cosas y dar unas pautas yo aportaría ésa sobre todo: si vas a hacer algo con ellos debes de dar algo más que el objeto, debes dar algo de tu tiempo.

Lo que pasó en Kerrgallo con Nakupenda creo que es un buen ejemplo de una manera de dar las cosas aceptablemente: se empleó una mañana en contactar con la aldea, se comió con ellos y ...después se les dió unos regalos. ESO ES DIFERENTE, en definitiva, hay que dar algo más que cosas, hay que dar un poco de tí y de tu tiempo. Entonces ello no lleva a ese triste utilitarismo en donde tan facilmente caen ellos, los niños, por nuestra manera de hacer las cosas.

Desde luego que yo creo también, que lo supérfluo es mejor dejarlo de lado, y dar cosas más prácticas. Ellos lo valorarán de diferente manera, el vínculo establecido es diferente.

Y las fotos non son malas...en el marco de ese contacto algo más real.

Creo que eso serían dos aportaciones: cercanía y moderación. naturalidad en suma, pues no es natural lo que los reyes magos hacen desde las cabalgatas...Normalidad, que es lo importante que podemos inculcarles: que la relación con el extranjero sea normal.

Y si no se tiene tiempo, si no se quiere dar un día de tus vacaciones para éso, mejor no lo hagas.

Un abrazo

Gustavo