lunes, 9 de agosto de 2010

LOS NIÑOS DE KERRGALLO (LXXXIII). LA MUERTE NO ESTÁ NUNCA DEMASIADO LEJOS.





No estaba muy seguro de querer escribir sobre ello. Todavía guardo la impresión que deja ver el cadáver de un adolescente, de casi un niño. La tumba abierta sobre la tierra que nos sostiene y los despojos inertes envueltos en un sudario blanco, traspasando una puerta que todos habremos de cruzar.

No estaba seguro. La gravedad de lo acontecido, el dolor, pero por otra parte la dignidad frente a la muerte que impresiona tanto o más que la propia muerte. La fortaleza y la dignidad de los vivos que deja una marca a fuego en el alma que observa como la endeblez del ser humano, del padre y la madre y de todos los demás , se yergue frente a la muerte con una fe titánica que reafirma nuestra creencia en la resurrección y en la vida eterna.

Tuvimos oportunidad de encontrarnos con esa manera de enfrentar la muerte durante los años que vivimos en Túnez, antes de bajar a este  país. Ayer lo volví a vivir muy de cerca, y dio la casualidad que ello sucedió estando un grupo de visitantes en el Color de la Papaya, lo cual propició la extrañeza de algunos de ellos, respecto a alguna cosas que sucedieron en torno al sepelio, aún y que fueran observadas desde lejos.

Escribo sobre lo sucedido con la intención , una vez más, de hacer de puente y de acercar a los visitantes de otro mundo la comprensión de algunas de las cosas que pasan en éste. Por ésa razón lo escribiré.

Mohammed Njai era el hijo varón de más edad de nuestro querido amigo, asiduo de la explanada y que tantos de vosotros conocéis, el profesor Aliu Njai.  A Mohammed, a sus 16 años, ayer a la mañana se lo tragó el río Gambia, y su cuerpo fue a dar a unos bajíos entre manglares, sumergido a un metro de profundidad cuando los niños de Kerrgallo, sus vecinos y amigos,  echados en su busca lo encontraron unas pocas horas después de que unos niños que le acompañaban en su último paseo por los vericuetos de las marismas vieran como la fuerte corriente de la marea bajando lo arrastraba lejos, aguas abajo, hasta hacerlo desaparecer.

Yuma me lo dijo cuando a las 11 de la mañana aparecí por allá a llevar los batidos de la mañana y acompañado de un grupo de amigos que iban a pasar el día en la explanada.
Aliu había perdido a su hijo mayor en el río y los mayores de la escuela lo buscaban entre los manglares. Tres horas después nos dirían que habían encontrado el cuerpo, bastantes cientos de metros abajo.

No se oyeron gritos ni lamentos en la casa de nuestros vecinos, tan solo su hermanito de 12 años sollozaba quedo en un pupitre de la escuela con el rostro semi oculto entre sus manos.

El primero en notar que aquí la muerte se vivía de otra manera , fue Jorge, un viajero fotógrafo, tal vez muy acostumbrado a captar la realidad, que se sorprendió de la entereza de ese muchachito. Después aparecerían los padres. Habían ido a Banjul, la madre a vender la leche, y el profesor Aliu, Ustad Aliu, a otros menesteres. Fue entonces cuando el Profesor me indicó que habían llegado y nos dirigimos a la humilde casa separada de la explanada menos de 100 metros.

Muchos de los visitantes de la explanada que han conocido a Ustad Aliu, habían percibido en él el aire de dulzura etérea que es su persona. Su manera delicada que manejar su cuerpo. El aúra de hombre sensible. Yo recuerdo más de una vez, cuando a tenor de cualquier motivo he hablado de manera apasionada sobre los niños, derramando algún concepto de cierta intensidad, recuerdo haber captado que sus ojos se ponían acuosos, y he sentido que ese hombre no solo sintonizaba con lo que decía sino que su naturaleza era profundamente sensible y que afloraba vidriando sus ojos.

Una vez una visitante captó bien a Ustad Aliu y al observarlo expresó esa sensación diciendo que había en él algo profundamente femenino. Y es que en él , a pesar del autocontrol que existe en estas sociedades, sobre la exteriorización de los sentimientos y las emociones, sobre su expresión, es un hombre que desborda suavidad y dulzura,  y sentimiento.



Al apresurar mis pasos tras los del profesor, camino de su compaund, me embargaba el dolor y el pudor de enfrentarme a una herida abierta y tan profunda de un amigo. Lo encontré cuando por otra vereda él se acercaba a la puerta del hogar, de un hogar que nunca más volvería a estar completo con la marcha de Mohammed, su primogénito.
Aquí la gente no se abraza, y al abrazarlo yo  y sentir su dolor se separó tan solo un poco para con voz firme decir con una serenidad y una dignidad cuya impresión es  difícil describir: “Yo creo en Dios, Ahmed, yo creo en Dios”.

De todas partes acudían los hombres y las mujeres de la aldea, y de otros lugares sabedores de la tragedia. El patio que conformaban las diferentes dependencias de la casa familiar , estaba lleno de personas, que sentadas  llenaban el suelo dejando tan solo un cierto espacio para pasar,  mantenían la misma actitud grave y digna.

El rostro de nuestro amigo estaba envuelto de dolor, pero no emitió un lamento. “De Dios venimos y a Él volvemos” decía frente al cadáver de su hijo, recordando las palabras del Corán. Tan solo Ustad Mbau , otro amigo de la familia y de la explanada, emitió un ligero gemido al contemplar el rostro del muchacho muerto.

La señora de la casa,  madre de seis hijos paridos mantenía la misma compostura, siendo perceptible el desgarro y el dolor de esa mujer, independientemente de su poca exteriorización.

Es difícil, desde otros parámetros , entender la dignidad y la serenidad  de estas gentes frente a la muerte, y en todos y cada uno de los pasos que indefectiblemente habrán de darse desde ese momento: la salida del cadáver del hogar, la marcha a la mezquita para celebrar la oración de los muertos, la impresión solemne de las magnificaciones repetidas de “Dios es el más grande” Al-lahu Akbar ¡¡, con los hombre erguidos y prietas las filas, frente a una modesta caja, siempre la misma para todos los muertos, que contiene el cuerpo de un hermano, de un hijo, al que a continuación, y tan solo envuelto en un sudario blanco , se le depositará en las entrañas de la tierra.

En el Islam, es síntoma de impiedad la desesperación ante la muerte. No es que el dolor no se sienta, cómo no habría de sentirse¡, es que el creyente sabe que la vida es un camino que lleva a la muerte, y la tiene presente, pues ella es la que dará sentido a lo hecho aquí abajo. Se dice que tan solo las acciones perduran, que “ellas es lo que enviamos por delante”, pues con ellas y con sus consecuencias habremos después de encontrarnos allá donde ellas partieron antes de que nosotros dejemos atrás, en un hoyo, nuestra frágil envoltura. Por eso no se vive de espaldas a la muerte, ni le  oculta, sino que se vive con ella.

Y ella , la muerte, no está nunca demasiado lejos.

Dios tenga misericordia de este muchacho, y otorgue paciencia y fortaleza a su familia.



                                                       *

Para comprender mejor la postura de los musulmanes frente a la muerte , recomiendo leer el artículo de : Abdennur Prado - La muerte como misericordia de Al-lâh http://abdennurprado.wordpress.com/2008/11/19/la-muerte-como-misericordia-de-al-lah/

2 comentarios:

alfredo dijo...

Yo asistí a la misma situación el año pasado, en una pequeña aldea cerca de Basse. Y tuve la misma impresión. También era un persona joven, una niña adolescente de 13 años. Permanecía enferma desde hacía tiempo, y estando yo allí, a unos pocos metros, falleció, al caer la noche.
Los primeros lamentos de las mujeres en el instante de la muerte dieron la noticia a toda la aldea. De inmediato se congregó la gente en la casa de los padres de la niña. Un momento solamente, para constatar la muerte y con gesto grave volvían a sus casas. Al rato pusieron en marcha el altavoz de la mezquita y anunciaron la muerte de la niña, al tiempo que recordaban que no era propio de musulmanes llorar o gritar ante la muerte, sino que lo que había que hacer era rezar por la persona fallecida (así me tradujeron). Acto seguido dijeron un breve responso, que todos los contestaban desde donde se encontraban.
Esa noche la limpiaron y le pusieron el sudario, y por la mañana temprano la enterraron.
La muerte es algo grave en cualquier parte, pero la forma de asumirla como un destino fatal y voluntad de Dios está totalmente interiorizada.
Mis saludos a todos los amigos de Kerrgallo.

Ahmed dijo...

Hola Alfredo, transmitiré tus saludos, así como a la familia del Profesor Aliu, vuestras condolencias. Ciertamente que a medida que pasa el tiempo, la sensación de proximidad que se ha forjado entre esa comunidad y el conjunto de visitantes que comparten con ellos algo de su vida, es más patente.