miércoles, 18 de mayo de 2011

LOS NIÑOS DE KERRGALLO CXXIX. El sacrificio de las madres






Según wikipedia “La desnutrición crónica es un proceso por el cual las reservas orgánicas que el cuerpo ha ido acumulando mediante la ingesta alimentaria se agotan debido a una carencia calórico-protéica. Esto implica el sacrificio de una función para realizar otra más importante para la subsistencia.”

Ver el mapa de la Desnutrición Crónica en http://www.fao.org/docrep/003/w2612s/w2612sMap01-s.pdf

Entre las muchas tragedias que implica la infralimentación en una sociedad, hay una que tiene el valor añadido de la épica del sacrificio. Y es ésa la que a mi juicio clama por encima de todas las demás, por encima incluso de la de los niños. Es el martirio de las madres.


Nuestra implicación en la aldea de Kerrgallo, la convivencia cotidiana con ese grupo de niños, nos ha hecho conocer bien este grave problema. A su vez , gracias al programa de lucha contra esta desnutrición llevado a cabo en la aldea con el aporte de batidos multivitamínicos, que bien conocen los seguidores de este blog, ha producido unos cambios esperanzadores y de ahí nuestra persistencia en continuar con dicho programa, y con su seguimiento médico y su control estadístico.



Este retraso en el crecimiento  para los pequeños supone un problema gravísimo, amén de una precariedad de defensas que afectará  globalmente al estado de salud y en concreto a una vulnerabilidad mayor ante la malaria.  Pero a mi juicio es necesario resaltar una tragedia peor (si es que pueden gradarse las tragedias) pues, a pesar de no disponer de datos precisos, ésta sí implica la muerte da muchas personas: son las madres, las mujeres, que literalmente quedan exhaustas debido al desangramiento de su vitalidad que supone el amamantamiento continuo de los niños, así como los embarazos y  las pérdidas menstruales. Todo ello dado en un cuadro de subalimentación, que  es más patente en el campo que en la ciudad, entre la población que se ocupa de labores agrícolas.

No tenemos datos pero lo vemos todos los días en nuestra cotidianeidad. Y desde que el dispensario de Kerrgallo se abrió a las personas, la presencia de mujeres, siempre con niños colgando del pecho y de la mano, en una situación de debilidad que se refleja en todo su ser, es abrumadora. Personas que te hacen preguntarte de donde sacan las fuerzas para vivir. Son esos pechos exhaustos por donde se les va la vida.

Las mujeres aquí, y especialmente en el campo, dan de mamar a los pequeños durante dos años. Y es normal tener cuatro, cinco o seis hijos.

Es habitual que te llegue la noticia de que xxx, una mujer, se murió.  “Pero ¿por qué murió?”.. el diagnóstico que te dicen es el mismo: “se le acabó la sangre”. Así como se seca un manantial. Se le acabó la sangre, dicen. Una manera popular  de reflejar perfectamente una realidad abrumadora: la anemia galopante que afecta a las mujeres, a las madres.

Se mueren porque se acabó lo que se daba.

Madres
Las medidas a largo plazo son las tendentes a combatir la falta de micronutrientes a través de la diversificación de los alimentos (FAO). Mientras tanto paliar la situación requiere del aporte extra de multivitaminas, y especialmente de hierro.

Hace tan solo un mes que hemos vivido en casa una experiencia muy reveladora.

Zainab
 Zainab es la esposa de Samba, el jardinero de casa. Hace un mes pasó por aquí, pues se iba a Amdalai  a que su madre le cuidase. Tenía un acceso  de pus, como una pelota de tenis  bajo la barbilla. Un infección típica de quien está baja de defensas, parece ser. Estaba agotada y sin fuerzas.  Mi mujer estuvo con ella y enseguida lo tuvo claro: a Zainab se le estaba comiendo al anemia. Llevaba a su cuarto hijo entre los brazos. Antes de marchar le dio un complejo vitamínico para un mes, y 30 sobrecitos individuales de batidos en polvo con sabor a chocolate, y un aporte de pastillas de hierro.

Hace unos pocos días que ha vuelto de Amdalai. Era otra mujer. Sonriente, vital. Una madre con pechos rebosantes de leche muy lejos de aquella que marchó para que la cuidara su madre. Pilar le dijo que viniera cada día a casa a tomarse un batido, de continuación. Hoy la pequeña Jariatu, que tiene dos meses, después de mamar descansaba entre sus brazos, y Zainab le decía a Pilar: “nunca antes me había pasado: con la leche de un pecho tengo suficiente para darle de comer a la niña, y aún sobra”. 

Samba, esta mañana así mismo,  me decía comentando la situación: “Estamos muy contentos, esas “medicinas” (se refería a los batidos y a las multivitaminas) son buenísimas. Esta noche Zainab me despertó y me dijo: “Mira Samba, mira ésto ¡, la leche se me derrama del pecho ¡”. “dáselo a la niña ¡¡” le dijo Samba. “Imposible, está harta, no puede comer más”.
 
Cuando me lo contaba sentí una intensa emoción ante la grandiosidad de la escena, la magnitud  de  su significado.

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