jueves, 5 de noviembre de 2009

LOS NIÑOS DE KERGALO (III) El Mercado de las Maravillas



Se preparó como cada día para llevarles lo suyo. Tres kilos de arroz, una bolsita de tomate en pasta, otra bolsita con aceite, medio kilo de cebollas, pimienta y “jumbo”.

Echó la bolsa a través de la ventanilla sobre el asiento al lado conductor y se dispuso a contar los intentos que esa mañana iban a ser necesarios para arrancar el viejo Nissan Patrol.

Por el retrovisor volvió a mirar con cara de mala leche la inmensa nube de humo negro que acompañaba siempre a la explosión del arranque .

Sabía que retrasar la visita al mecánico unas semanas más todavía, no iba a mejorar las cosas, que el deterioro de los aros de los pistones solo podían ir a peor y que al final sería más dinero el necesario.

Una vez más lo que le retenía era la posibilidad de tener que pasar otra vez por el mismo amargo tubo de poner en manos de un mecánico una máquina suya como quien arroja la bola de una ruleta a la espera de a ver que sale, si negro o rojo. Había desarrollado una especie de fobia feroz tras cuatro años de putadas y de pagar con su dinero y con sus coches y sus generadores prácticas para una formación profesional inexistente.

“Coño, con la cantidad de Ongs que hay, a ver si de una vez empiezan a montar eso: escuelas de Formación profesional de donde no salgan mecánicos o electricistas que después de cobrar 500 dálasis por arreglarte un problema que no te arreglan te conectan mal unos cables en el interruptor principal que selecciona el solar o el generador, de manera que no se por qué desvío del flujo eléctrico acabe por prenderte fuego la bobina del Lister y de paso dan candela al generador de repuesto que se encontraba a su lado. “

Aquello fue el sabotaje más barato y efectivo que haya desarrollado cualquier Frente de Liberación del Tercer Mundo:”por 500 dl, le pego fuego a un generador y como estamos en promoción, por el mismo precio me llevo por delante el de repuesto.., y encima paga el blanco. Juá ¡ . Echando por lo bajo me he fundido 4 mil euros por tan solo 500 dl. Si lo sé, le cobro más. Juá ¡ ”

Tardó más de medio año en recuperar el normal movimiento de la rodilla del zurriagazo que se dio al saltar el muro de ladrillos para correr allá donde se había declarado el fuego de los dos generadores...

Esa o cualquier otra entre unas pocas docenas de historias parecidas pasaban por su cabeza cada vez que se encontraba en la tesitura de llevar algo a reparar. Era lo más parecido a estar atrapado en una pesadilla.

Mientras dejaba atrás la granja, el vareo que los laterales del coche sometían a las altas albahacas que bordeaban el camino inundaban el habitáculo de un penetrante y dulce aroma que se arremolinaba en el interior entre un batiburrillo de hojas verdes , minúsculas florecillas de color lila , el polvo del camino y unas oruguitas muy monas de color verde que debían tener especial devoción por las albahacas.

Dicen los doctores que allá en Cuba hay muchas y que se llama albahaca morada.

Curiosa tierra esta tan hermosa , en donde pueden crecer flores de todos los colores que adornan permanentemente las copas de los árboles, pero que carecen de olor. Solo esta planta campestre, de porte tan alto como vulgar, con unas flores minúsculas, inundan nuestros sentidos como los jazmines prendan la noche de Andalucía.

Mientras tomaba en consideración el mal cariz de los pistones , el viejo coche dejó el camino de arena para abocarle a la nueva carretera asfaltada que llegaba hasta la frontera de Senegal.: “por lo menos ahora no nos vamos a gastar tanto en amortiguadores, esto no hay quien se lo crea, el progreso llega, aunque lentamente pero llega a todas partes”.

Antes de salir de casa había echado mano del cajón donde guardaba los billetes. Unos en paquetitos de 50 dálasis y otros de 100, bien ordenados. Y tras hacer un cálculo rápido de los encargos del día se decidió por coger uno de 50 que introdujo en su bolsillo derecho. Cuando se dirigía al Patrol y chequeando no se hubiera dejado la documentación cayó en la cuenta que junto a ella, en el bolsillo trasero izquierdo del pantalón, aún quedaba un resto de billetes de a 100 del fajillo utilizado el día anterior. “pues vale, hoy vamos “sobraos” pensó.

Hacía tan solo cuatro o cinco días que en sus compras diarias en Barra incluía 20 dálasis para el pescado de los chavales con lo que completaba la bolsa diaria destinaba a los chicos de la aldea vecina.

Casi cada día frecuentando el mercado había llegado a hacer de él un lugar extraordinariamente familiar. Para las mujeres de los puestecillos, verle cada día era ya también una parte de sus mañanas , acompañado de uno de sus hijos, haciendo la misma rutina, intercambiándose saludos y bromas a las que ya las tenía habituadas, tan poco dadas en estas latitudes a que un hombre las gastara con las señoras.

Días atrás el hombre había hablado con Alhagi, el habitual vendedor de pescado con el que trataba. Le había puesto al tanto del asunto de Kergalo y él había aceptado su petición de tratar con alguna de las vendedoras de bonga para que en vez de los 8 o 10 pescadillos que podría obtener por la cantidad destinada a ello pudieran ser el doble o casi. Alhagi conocía a esos chavales y en seguida le empezó a hablar del beneficio que le iba a reportar esa acción, echando cuentas de lo que Dios le iba a dar por ello en recompensa y decidió que el negocio también le interesaba a él.

A partir de ahí cada día el blanco le daba 20 dálasis y una bolsa negra de plástico y Alhagi se internaba entre los soportales que albergan a las mujeres de venta de pescado al menudillo, para volver minutos después con un 50% más de lo que el tubab hubiera conseguido por sí mismo, al parecer....

Ese día al llegar al mercado se dirigió directamente al puesto de Alhagi y tras preguntarse ritualmente, después de haberse dado la paz, cómo estaba la familia, los niños , el trabajo y todo lo demás, sacó un billete de 50 dálasis del bolsillo derecho y junto con la bolsa de plástico se lo alargó para que fuera en busca de esos 20 dálasis de esa sardina ancha y plateada del océano, tan abundante por estas costas, y que es el recurso proteínico en la comida del pobre.

Sentado bajo un sombrajo de palos , planchas oxidadas de zinc y neumáticos viejos, de un puesto vacío , vio la bata granate que envolvía la figura fortachona del vendedor de pescado adentrarse en el mercado de pescado de las mujeres.



Acostumbrado en el primer mundo a una puesta en escena de la vida siempre pulcra , arreglada, perfumada y visualmente casi perfecta, entrar en un mercado africano es como traspasar las puertas de salida de Disney World para encontrarte con la cruda realidad. Cuando superas el choque estético y olfativo de las primeras inmersiones y te acostumbras a salvar los charcos y la suciedad que se esparce por todas partes dejas de percibir la carencia imperfecta del decorado para ver solo seres humanos.

Al rato volvió Alhagi con la bolsa y el cambio . “Be suba, jerejeff” “Hasta mañana y muchas gracias Alhagi” mientras metía el cambio en el bolsillo derecho de donde había sacado el billete de 50.

Cuando se dirigió al siguiente puesto, deambulando entre las paradas de las mujeres que exponían sobre cuatro tablas unos pequeños montoncitos de diferentes verduras: unos limones por aquí, cuatro tomates más allá, berenjenas, nabos y calabazas todos troceados para hacer más asequible la compra a los parcos presupuestos que no daban para comprar de una pieza, pensaba que aquellos puestos se parecían al Mercadito de la señorita Pepis, o a los puestecillos de venta de juguetes que montaban nuestras hermanas cuando eran pequeñas.

Al parase en uno de ellos para comprar una berenjena y medio kilo de zanahorias se volvió a introducir la mano en el bolsillo derecho y sacó el fajito de billetes: allí lo que se encontraban eran billetes de a 100 más el cambio que Alhagi le había devuelto.

Pensando que se había equivocado de bolsillo metió la mano en el de la izquierda esperando encontrar los de 50. Lo que salió de allá fue la documentación junto a la cual se encontraba el fajo de billetes de a 100 del día anterior.

1 comentario:

Historias de África dijo...

Amigo... gracias por tus relatos de verdad son emocionantes y mientras leo me imagino la escena... y habrá q mandar a gambia algún mecanico-turista para q de un cursillo jajaja...
una manera cojonuda de empezar el viernes. gracias de nuevo... me gusta mucho como escribes...