viernes, 6 de noviembre de 2009

LOS NIÑOS DE KERGALO (IV) . Sebastián y los Niños del Paraíso


Desde su perspectiva, pensar que había sido una casualidad la que había provocado que Sebastián se pusiera en contacto con él, era algo que estaba más allá de su manera de contemplar la existencia.

Cuando a rebufo del asunto por el que le había escrito mencionó su Ong y el reparto de arroz que había efectuado el año pasado y manifestó su interés en conocerse, pensó acordándose del reciente asunto del mercado de pescado que en un mundo con Dios no era posible la no existencia de milagros.

Mencionarle la situación de los niños de Kergalo y contestar a vuela pluma que se ocuparía de ello, fue todo uno.

Me había marchado días atrás de aquella aldea tan abrumado por la responsabilidad contraída teniendo por delante todos los días y todos los meses, que no podía acabar de creerme que traído por una corriente desconocida hubiera arribado a aquella playa desolada un mensaje lleno de tanta esperanza.

Aquellos niños eran mis vecinos y había leído muchas veces el dicho del Enviado que advertía que no era un creyente aquel que se acuesta ahíto sabiendo que su vecino pasa hambre. A mí esas palabras no me dejaban la más mínima alternativa.

Habituado a tener controlado, o al menos eso se creía él o por lo menos lo intentaba, todas las variantes de cualquier asunto que se planteara con visos de una cierta enjundia se había tenido que rendir ante la impotencia de no saber cómo aquello podía garantizarse antes de tirar para adelante.

Y como no hay nada más revelador ni más lúcido que la impotencia, había dejado el asunto en manos de quien pudiera solucionarlo. Tan solo había que darle a cada día su afán.

La última visita al mercado le había infundido una tranquilidad pasmosa, de hecho las preocupaciones sobre sus asuntos particulares que tan a menudo nublaban sus días habían dejado de hostigarle. Y empezó a considerar que eran esos chavales los que estaban acudiendo en su ayuda y no al contrario. Comenzaba a contemplar el asunto desde una perspectiva distinta y fueron las palabras que le escribió su amigo Miguel Ángel las que le dieron la clave de la alquimia sutil que se estaba produciendo :

“Ahmed, hermano yo he visto en los ojos de muchos niños que han llegado hasta mi, la mirada de Dios preguntando si era capaz de reconocerle dentro de lo que yo percibía como dolor , abandono, miseria… y cuando por fin podía ver con claridad la respuesta, lagrimas de gratitud y de infinito amor venían a confirmarme que era yo el que estaba necesitado porque mío era el dolor, el abandono y la miseria … y una vez más el milagro del Amor transformaba mi percepción en comprensión, y así el dar se tornaba en recibir más de lo aportado »

Empezaba a mirar a esos chavales de otra manera. La desolada explanada en torno a la cual vivían, sus chabolas, su pizarra apoyada en el tronco de un árbol y la miseria circundante no era todo lo que veía, y ni siquiera sus carencias ocupaban ya el centro de la escena. Todo ese escenario comenzaba a tener, al menos para mí, un carácter simbólico que entretejía el entramado de las realidades sutiles que conformaban la razón de su existencia. Empezaba a comprender con el corazón lo que tantas veces a la luz del entendimiento racional había contemplado como el misterio de la Alquimia.

Empezaba a dejar de saber para trasladarme al terreno de la certeza.

Camino del corazón llevado de la mano de unos niños a quienes tu crees que conduces cuando son ellos los que te están echando una mano. Y es que aquellos niños, los niños de Kergalo, empezaban a ser para mí los Niños del Paraiso.

Acostumbrado a intentar hacer las cosas por sí mismo y un orgullo desmesurado por pedir ayuda, contemplaba perplejo la inmensidad de ese océano que había arrojado hasta sus pies la brisa fresca del anuncio de Sebastián: iba a procurar que fuera una buena cantidad de sacos de arroz los destinados para ellos, quizá 15, 20... Y sería para Octubre próximo

No me lo podía creer y me acosté esa noche pensado en darles por la mañana la noticia de que iban a tener garantizado el arroz para al menos seis meses. Insha Al-lah ¡

1 comentario:

Historias de África dijo...

genial lo de las fotos, un valuoso complemento a tal apasionado relato... cada día entro en tu blog un par de veces con la ilusión de q hayas escrito. un abrazo amigo.