martes, 10 de noviembre de 2009

LOS NIÑOS DE KERGALO (V) . UNICEF, ni está ni se le espera.

Al día siguiente fui con Modu, el hijo del Alcalo, a hablar con el Profesor. Él hacía de traductor ya que el Profesor no hablaba inglés. Nos atendió en su cuarto, una modesta habitación ocupada tan solo por un delgado colchón de goma espuma donde se sentaba . De paredes encaladas y bajo un techo de planchas de cinc, el habitáculo no disponía de mueble alguno, tan solo en un rincón se amontonaban desordenadamente libros y libretas en árabe que mostraban signos de pasar muy a menudo de mano en mano.

El anuncio de Sebastián, por la envergadura de lo que suponía, y su anunciada visita con un grupo de Nakupenda Sana para Octubre, otorgaba un cariz diferente a la pequeña acción que habíamos comenzado a desarrollar en la escuela : habían unas personas detrás de aquella Ong que depositaban en ella una confianza muy grande traducida en un desembolso importante y yo quería transmitirle esto al Profesor: que él, los niños y la aldea entera debía de saber que cuando los blancos daban dinero no es porque lo recogiesen de algún árbol especial que para tales menesteres creciera en España, sino que esos muchos pocos euros salían del salario de gente a quien no necesariamente les sobraban. Y que yo esperaba de él y de sus alumnos que considerasen responsablemente esta realidad. Que era necesario cambiar la consideración sobre el dinero fácil de los blancos. Que era necesario , en suma, conectar con esa chispa de amor y solidaridad que surgía de cada uno de aquellos lejanos corazones en el momento de entregar una suma para ellos. Tenían que ser capaces de remontarse sobre sí mismos y sintonizar con el origen de ese desembolso, con lo que lo había originado.

Por difícil que fuera la aspiración había que hacer todo lo posible para minimizar la banalidad con la que a menudo eran recibidas las ayudas como si por el hecho de venir de parte de los blancos ricos hubiera la supuesta obligación de realizarlas .

Me costaba entender la causa de ese comportamiento tan extendido que durante cuatro años había observado repetidamente: la ausencia en la inmensa mayoría de los casos de manifestación alguna de agradecimiento, no ya solo el expresado en una palabra, ante una acción dadivosa . Dudaba si su origen estaba en las causas de fondo que reposaban tras la descripción de un misionero en Malí que una vez afirmó: “tras la sonrisa de un africano frente al blanco, a menudo se encuentra una mueca de desprecio”, o tal vez se encontrara en la diferente concepción que en tierras del Islam tiene el acto de la caridad, la cual es considerada por esa religión como un derecho del pobre y no como una dádiva del rico, si bien tal derecho no puede ser reclamado por el que lo posee ni puede haber compulsión sobre quien debe ejercerlo que no proviniera de sí mismo y de su grado de conciencia.

O si simplemente ello residía y por tanto era tan aleatorio como las personas mismas, en el grado de dureza del corazón de cada uno de nosotros, y que no había que buscar causas lejanas ni más cercanas que aquellas que residían en donde residen siempre las claves de todo asunto. El resto no eran sino excusas auto indulgentes o justificaciones benevolentes basadas en la ñoñería .


Cuando se vive como estos pueblos viven, en la carencia más absoluta, las ayudas que provienen de Occidente parecen un acto de magia sacado del zurrón de Sta Claus, y lo mismo que sale de allá un saco de arroz, puede salir una cámara de fotos, un teléfono móvil o un 4 x 4, bastaba con pedirlo. La frontera que separaba su realidad de ese paraíso era tan solo pronunciar las palabras mágicas “give me tubab, give me..”. (“dame , blanco, dame..”).

Debo de decir que la aldea de Kergalo y en especial aquellos chavales y su profesor no me encajaban, para nada , en ese tipo de comportamiento disciplente del receptor respecto al donante. Sino que por el contrario desde el primer momento su repetida manera de dar las gracias llegó a ser tan abrumadora que hubo que insistirles por mi parte que si deseaban dar las gracias que se las dieran a Dios y que me dejaran a mí en paz, que ya tenía bastantes problemas para combatir mi ego como para que vinieran ellos a hacerme el flaco favor de tejer lo que tanto me costaba destejer. Y así fue como a partir de aquel comentario ponían un acento especial en decir “Shukran Al-lah” cada vez, para que el blanco no les recriminara, con una sonrisa de complicidad y un brillo de inteligencia en los ojos para recalcar que habían entendido bien el mensaje..

Deberíamos entre todos ayudar a que ese fácil error de entendimiento se deslizara hacia la comprensión de que las cosas son el resultado, fundamentalmente, del sacrificio, el trabajo y el esfuerzo. Y que la donación, vienen del amor y de la solidaridad y de la voluntad.



Aún recuerdo cuando llegué hace cuatro años al pueblo donde vivo, que para comenzar a construir la casa me negaron el agua que sale gratuita de la fuente del pueblo. El asunto era muy sencillo como más tarde me enteraría: “este blanco no reparte dinero..”. El Imam se opuso, claro está, y gracias a él y a otras buenas gentes de la aldea que desaprobaban la actitud de unos cuantos influyentes mandingas, pudimos recoger del pozo del compaund del Imam el agua necesaria para empezar a hacer los bloques de cemento hasta que se abatió la resistencia de aquellos acostumbrados a que el blanco llega a aquí repartiendo pasta y caramelos, o acomodados en la idea de que les gustaría que siempre fuera así. Y además obligatoriamente.





La conversación con el Profesor fue muy instructiva para mí, su disposición a colaborar se me hacía meridiana por la sinceridad con la que contestaba a todas las preguntas que le iba formulando, destinadas a conocer más sobre la situación de los chavales, sus horarios, el cariz de los trabajos que realizaban en los campos, sus visitas a Barra...y sobre todo me sirvió para conocerle a él.

Tras dos horas de conversación , salí de aquella habitación convencido de encontrarme ante un hombre modesto y limpio. La precariedad de su compaund y de su propia habitación, la actitud de sus esposas, y el pensar que aquel hombre llevaba más de 20 años dedicado a la enseñanza gratuita , magnificaron ante mí su figura y su vida.

Había un aspecto que en mi consideración era fundamental, y que no podía esperar percibirlo en profundidad en tan solo unos pocos días de contacto con esos niños: tratar de saber hasta que punto ellos se sentían felices o desgraciados, y conocer a fondo al sostén y alma de esa institución me iba a dar datos sobre ese asunto crucial.

Yo percibía en los chavales alegría y serenidad. Tal vez los más pequeños de 7, 8 o 9 años parecían más cohibidos y desamparados ante ese blanco que empezaba a aparecer rutinariamente por sus vidas, e imaginaba que sería a ellos a los que más les pesaría la ausencia de su padre y de su madre y que acostumbrarse a esa comunidad de niños sin progenitores debía de ser algo duro que llevara su tiempo. Los más pequeños tenían que sentir fresca la honda herida del desarraigo de su hogar, de su entorno y sobre todo de sus padres. Y es que aquella explanada desolada en torno a la cual se edificaban las chabolas de los chicos y la casa del Profesor, era en suma algo más parecido a un orfanato sin muros, a un campamento de chicos en torno a un árbol que sostenía una vieja pizarra en donde alguien les enseñaba a leer y escribir en una lengua extranjera que le permitiría entender las palabras del Corán, que a una escuela. Ya tendría tiempo para ganarme su confianza y acercarme más profundamente a su realidad.

Una de las cosas que le dije al profesor es que quería que realizaran un censo con los nombres , edades y procedencia de los muchachos, el número de años que estaban allá y cuales entre ellos eran huérfanos (reales) de padre y madre. Iban a ponerse de inmediato a ello, y en pocos días me entregaron lo que había pedido.

Fue al preguntarle por las niñas cuando me explicó que dormían separados de los chicos, en los dormitorios de sus esposas y que no había más pues muchas familias eran reticentes a dejarlas allá, en un lugar que de entrada era evidente no disponía de buenas condiciones, y que si esas condiciones mejorasen, habría muchas más chiquillas de la 7 que en ese momento seguían las clases.

Sin pedir nada en ningún momento, deslizaba sutilmente condicionales cuya materialización supondría un avance en tal o cual aspecto de las muchas cosas de las que precisaba.

Le interrogué sobre algunas confusas noticias que me habían llegado respecto
de la mendicidad ejercida por los chicos en Barra. Ni yo ni nadie de mi familia les habíamos nunca visto pedir dinero, con esos botes de tomate vacíos que tan a menudo veíamos en los viajes a Senegal. Me dijo que él lo tenía prohibido y que ocasionalmente alguno de los más pequeños, cuando iban a Barra a vender la leña alargaban la mano pidiendo una moneda. Me contó como hace cuatro años a raíz de que esta práctica fuera más evidente, un día la policía le llamó para que explicara la situación de esos niños y para advertirle que el asunto de la mendicidad estaba prohibido. Tras explicar la situación al Jefe de Policía, este sugirió que redactara una carta informe para la delegación de UNICEF en Gambia, a fin de reclamar algún tipo de ayuda para esos niños carentes de todo soporte , excepto el escaso que el Profesor podía proporcionarles.

Entre el Jefe de Policía y el Profesor redactaron el informe con la petición de ayuda, y fue el policía quien se encargó de hacerla llegar a su destino. Cuando recibiera noticias avisaría se le avisaría..

“¿Y?” le pregunté a ese hombre que con las piernas cruzadas se sentaba frente a mí en aquella humilde habitación. Sonriendo beatíficamente a la vez que abriendo los brazos extendió las palmas de las manos hacia arriba mientras levemente encogía los hombros me dijo “No he vuelto a saber nada, hace ya cuatro años “.

No acertaba a entender como aquella petición de ayuda a UNICEF no había provocado ni siquiera una visita para interesarse por la situación real de unas docenas de niños, en una institución que llevaba en esas condiciones más de dos decenas de años... no lo comprendía sabiendo que los funcionarios bien pagados de una organización semejante nada o poco tenían que ver con los estilos de trabajo rudimentario y precariedades que suelen verse por aquí. Al contrario, estaba acostumbrado a ver, y en ocasiones hablar con esos funcionarios de esas grandes instituciones de la ONU, manejando impresionantes coches americanos con largas y gruesas antenas de recepción satelital, cuyo despliegue de medios y estilo de ir “por la vida” denotaba poderío a raudales...No lo entendía.

Solo reflexionando sobre las cartas que me habían llegado de Sebastián, un detalle suyo, entre otros, me llamó poderosamente la atención, y fue de rebote la consideración sobre ese detalle la que me hizo elucubrar sobre el posible silencio inexplicable de UNICEF: desde el primer momento que le hablé a Sebastián le hablé de una escuela coránica, como así era, el lugar donde se cocían esas miserias. En su contestación él se refería a lo mismo con su palabra original: hablaba de la Madraza de Kergalo, que literalmente significa Escuela. Y al escuchar esa palabra me traía indefectiblemente la conciencia de cuántos conceptos (madraza, sharia, mullah, etc...) ligados a la religión mayoritaria en este país, estaban realmente lastrados por los prejuicios islamofóbos que se habían extendido por occidente desde hacía unos años, fundamentalmente a raíz de los atentados con bandera falsa del 11 S y 11 M.

Solo cuando entendí el significado del nombre en suahili de su ONG: NAKUPENDA SANA, “ Yo te amo mucho”, comprendí que esa persona debía conocer muy bien el significado del verbo con el que había definido su organización y su actividad.

Y sin que tuviera relación directa, pero sí un lejano eco de similitud, me acordé de una lección de amor similar que dio Mahatma Gandhi al dirigirse a uno de los exaltados hindúes que habían participado en los sangrientos enfrentamientos con los musulmanes indios previos a la partición de Pakistán, cuando contestando a la confesión de aquel hombre seguro de que su destino sería el infierno por haber estrellado contra la pared el cuerpo de un niñito musulmán, Mahatma le dijo: “Yo sé como puedes salir del infierno. Busca a un niño que haya perdido a sus padres musulmanes en esta locura y acéptalo como hijo tuyo. Y después .... asegúrate que lo educas como musulmán.”

Aquel hombre, don Sebastián Gossati Androna, valiente y desprejuiciado, debía saber mucho del amor tañido en su octava más alta, en su estadio más sublime , el que mora en esa dimensión de la fraternidad universal.

En la aldea de Kergalo sí se esperaba a NAKUPENDA SANA.

6 comentarios:

Historias de África dijo...

Gustavo, insisto, eres un gran escritor, que llegas al corazón de quien te lee y realmente emocionas con lo que cuentas. Gracias de nuevo.

Ahmed dijo...

Querido amigo David, yo creo que es tu coraz'on el que est'a conectado con las realidades de las que hablamos, y que ese coraz'on no necesita intermediarios. Por lo dem'as tus palabras hacia m'i, si bien me animan en este esfuerzo para que sig'ais lo m'as cerca de nosotros posible, son en exceso amable e indulgentes.
Un abrazo

Gustavo

Perdona los acentos, mi conexi'on Tam Tam, tarifa super plana, es tan precaria en estos d'ias que he venido a un Ciber de Barra para conectarme, y no entiendo demasiado estos teclado ingleses. Dame tiempo y te contestar'e a lo que por email me pediste

javem dijo...

Querido Ahmed.
He visto tu mail y no he podido evitar la curiosidad.
La idea del blog es excelente y la labor buena.
Te visitaré con frecuencia.
Un abrazo,
Javem

Anónimo dijo...

Querido Ahmed
Una tarea magnífica la que estáis haciendo.
Ruego a Dios N.S., que os colme de bendiciones
Un fuerte abrazo
Tu hermano
Xavi

Unknown dijo...

Xavi, amigo mío, me alegra mucho verte por aquí. Como le dije a Marka, ya ves que este blog no tiene las trazas de nuestra querida tertulia en casa de Merlín, que fué abierto para otra cosa, pero como casi todo lo que está sucediendo en torno a esta historia, nada es solo lo que parece y mucho menos aquello que fué sigue siendo sin ser además otras cosas por añadidura.

Un abrazo hermano , que la paz sea contigo.

Ahmed

Anónimo dijo...

Ahmed
No sé que decirte, porque las palabras no pueden transmitir los sentimientos.
Estáis plantando semillas de Amor,que darán sus frutos . sin duda.
En la distancia te mando todo mi cariño y apoyo.
Salam Malecum.
Xavi