jueves, 27 de enero de 2011

LA EDUCACIÓN EN GAMBIA (V). LA RECUPERACIÓN DE UNA ESCUELA, o cómo y por qué otro tipo de solidaridad es posible.


Mendekunda es un barrio de la aldea de Kerrgallo que tiene autonomía de gestión para sus asuntos y un alcalo elegido por la comunidad que lo habita. Esta comunidad es originaria de Guinea Bissau, compuesta por  personas pertenecientes a las etnias Yola y Manyago. Tienen en común su origen guineano y su religión. Son cristianos católicos.

Forman parte de la comunidad de Kerrgallo, y Samuel Chow es su representante en el Comité de Desarrollo Ciudadano. En la aldea de Kerrgallo, la minoritaria comunidad de católicos vive en paz y armonía con sus anfitriones musulmanes sin que su antiguo origen extranjero ni su religión sea motivo de discriminación de ningún tipo. Al contrario, yo he podido comprobar en la convivencia con todos ellos que  la mayoría musulmana  se esfuerza por hacer explícita que toda la comunidad es un solo cuerpo.

Cuando llegaron los primeros miembros de la familia Mendy (de ahí el nombre de esta alquería, Mende Kunda – Familia Mendy), el antiguo alcalo de Kerrgallo les facilitó las tierras cercanas a la carretera en donde podrían establecerse.

 El cultivo principal  de las familias que llegarían a asentarse en la zona, atraídas por los primeros emigrantes, es el anacardo, el katsu como lo llamamos aquí. Concentrada esta pequeña comunidad  en una zona delimitada, a los dos lados de la carretera principal, su demografía está relativamente dispersa. No viven en compauns agrupados uno junto a otro, sino que cada familia con su vivienda suele estar inserta en una cierta extensión de tierra que convertida en un vergel de anacardos da a esta zona un perfil diferente: una chabola rodeada de un montón de árboles de katsus que, plantados a la mínima distancia entre ellos,  ofrecen a la tierra una sombra completa y perpetua y hace de esos parajes un entorno  recoleto lleno de paz. 

El bosque de anacardos proporciona un encanto especial: el aire misterioso que impregna todos los bosques  que,  al ocultar con sus ramas el azul del cielo, sume al humano bajo la bóveda vegetal en una cercanía extrema a la naturaleza, envolviéndolo de íntima proximidad, amalgamándolo con el entorno en una sombría  media luz , proyectándolo  en su dimensión de horizontalidad, acunándolo en su matriz terrenal, volviéndolo hacia sí mismo.

Hace años que conozco a algunas de estas familias. Especialmente a la de Madelaine. Un día, en la época en que el katsu estaba en sazón me paré junto a la carretera, hasta donde llegan las ramas de los grandes anacardos, rojos y amarillos . Madelaine estaba con sus dos hijos menores, Matiew y Terèse,  recogiendo algunos frutos, y a ella le pedí unos pocos. Cuando se los quise pagar, rehusó insistentemente con una sonrisa. Días después me adentraría por el camino que supuse llevaba a su casa para comprarle una buena cantidad. La sombra en la que estaba sumido el camino y la propiedad me cautivó. Tras  la espesura acabé descubriendo la vivienda de los dueños del vergel.

 Era un paisaje  extraño para estas tierras. Madelaine se alegró de volver a verme y al poco ya estaba llenando un cubo con katsus para mí. Volvió a rehusar el pago y hube de ponerme serio y explicarle que a mí me interesaba en la época del fruto, venir y comprarle a ella directamente los frutos pues así me saldrían más baratos que en el mercado. Si se empeñaba en regalármelos no volvería más. Y así fue como yo empecé a conocer algunos miembros de aquella comunidad, a comprar los katsus a mejor precio que en el mercado y a disfrutar de mis pequeñas incursiones en ese terreno  emboscado  de árboles frutales en donde la sombra ofrecía un refugio amable,  hermoso y singular al siempre implacable sol de estos trópicos

Esta comunidad vive fundamentalmente de la venta para la exportación de la semilla del anacardo,   que se convertirá en el fruto seco que conocemos, y de la producción y venta de una bebida fuertemente alcohólica derivada de la fermentación del fruto .

La casa  de Madelaine era poco más que una chabola destartalada. La belleza y el misterio del entorno contrastaba con el cuadro de pobreza y suciedad que ofrecía la cabaña  , y empecé a comprender lo  que con el tiempo no me cabría ninguna duda: el grado de alcoholismo entre los varones de esa comunidad debía de ser espeluznantemente alto. Las mujeres llevaban la carga del trabajo mientras las acogedoras sombras de los vergeles con el lecho cubierto de hojas secas  le daban a Baco y a los varones de la tierra un escenario bucólico ideal.

Más tarde conocería mejor las cosas, algunas, de esta comunidad cristiana, pues Marcel,  un joven albañil  de esta comunidad que trabajó hace años en casa, nos iba trayendo otras personas para trabajar. Fundamentalmente mujeres que ayudarían en los trabajos de la casa, hasta que dos de ellas se convertirían en lo mejor desde el punto de vista humano y laboral, que nos habíamos encontrado en esta tierra. De la etnia Yola .

Ellas, Pascaline y Mari Noel, recientemente me presentaron una carta redactada en un perfecto inglés que a ellas no pertenecía, en donde me pedían ayuda para los gastos escolares de unos hijos.

Mi mujer,  que habla wolof , se entiende bien con ellas, pero para aquella reunión y en ausencia de Pilar pedí a un amigo me hiciera de traductor.

Antes de aquello, yo ya sabía del problema que había rodeado a la edificación de una escuela para la comunidad cristiana de Mendekunda. Informaciones que habría de completar en aquella reunión y que más tarde extendería y me documentaría con papeles el alcalo de la alquería y que  en suma eran las siguientes: hace ya cinco años una organización no gubernamental cristiana se propuso construir para esta pequeña población una escuela (en realidad , como después sabría por el alcalo, lo que pretendían era construir un centro escolar en donde los niños “huérfanos” vivieran allá...ya volveremos sobre este asunto más tarde. Es alucinante la obsesión de determinadas ONGs de construir orfanatos en tierras y culturas que no abandonan a los niños que pierden los padres y que continúan integrados en la familia extensa ¡¡). La cual edificó y cuyos trabajos estuvieron  mediatizados y dirigidos por las personas que les habían representado y a cuya cabeza se encontraba un tal James Davis Jackson, pastor protestante natural de Liberia. La ONG británica en cuestión es una organización confesional, cristiana protestante, de amplia actividad en el tercer mundo. La cual colapsada por las irregularidades económicas del Sr Jackson, como habría de saber por el email en donde tomaban su última decisión,  abandonó el proyecto y el soporte a esta comunidad que más allá del retorcido plan de hacer un orfanato donde no hay huérfanos, solo veían la posibilidad de que una escuela se asentase en sus tierras, sin comprender, me imagino, la irredenta actitud misionera de algunas  iglesias protestantes. Y ésta, había decidido poner sus reales en la comunidad católica de Mendekunda... Para entonces la escuela ya estaba construida y tras unos meses de actividad coordinada por el comité de vecinos que decidió abrir dos aulas de pre-escolar, al no llegar el pago de los salarios , se cerró. Se habían iniciado con dos aulas de nursería, que  atendía a 40 niños y niñas, 22 de Mendekunda y el resto de Kerrgallo y la vecina Same

El Sr Jackson se quedó predicando en la otra parte, entre otras cosas con un coche nuevo y extraordinario con el que a medida que avanzaban las obras  se presentaba en la pobre comunidad de Mendekunda, para el seguimiento de las mismas. Como nos decían Pascaline y Mari Noel  “Jackson se había comido el dinero”.

Cada vez que iba caminito de Kerrgallo y antes de llegar al pequeño repechón donde están los katsus de la Escuela Ahlulahi, a menudo desviaba mi mirada hacia allá donde en mitad de la nada se veía tres edificaciones de buen parecer y que yo sabía que pertenecían a  la misteriosa escuela de Mendekunda,  inactiva desde hace dos años,  a la cual rodeaba la poco misteriosa y más bien vulgar historia que te encuentras en cada rincón de este país, y me imagino de toda África y del Tercer Mundo: la corrupción que asola por todas partes mientras el pueblo , cuyas miserias han sido utilizadas como escaparate para recabar los fondos, con mucha ñoñería de pòr medio, y de paso intentar cambiarles la película,   sigue hundido en la mierda, o con suerte le llega la 20ava parte de lo destinado.

En aquella reunión con Pascaline y Mari Noel, les tuve que explicar que las cosas que yo hacía no las hacía con un dinero personal que no tenía. Que nuestra organización no disponía de un dinero recogido de cuotas, del que pudiera disponer más o menos libremente, sino que funcionábamos de otra manera. Un problema, una solución. Y que además tenía unos criterios determinados para esas cosas que ellas veían que hacía respecto a la educación, pues a la sazón uno de los becados de El Color era familiar de Mari Noël, vivía en su compaund, Silverr Jatta. Y uno de esos criterios era que no apoyábamos la educación privada de pago, y que aún comprendiendo los extraordinarios costes, que me presentó,  que les suponía llevar a su pequeña Wernick a la escuela de la Misión Católica en Barra, le recomendaba que hiciera lo posible por llevarla a la Primaria de Essau, estatal y gratuita. Y que nuestro esfuerzo, el de las personas que apoyaban nuestra acción,  estaba centrado en los problemas insalvables para muchos,  de los costes de Secundaria. Por otra parte, gracias a Dios, su buen trabajo y salario les permitía a ambas incluso afrontar los altos costes de la enseñanza privada de sus hijos, los cuales iban todos a la escuela. Preferíamos centrarnos en los adolescentes que no podían ir a Secundaria a la hora de destinar los recursos de que dispusiéramos.

Lamenté mucho tenerles que dar esa respuesta, por el gran afecto que les tengo, pero les prometí, una vez entré a que me informaran del asunto de la escuela fantasma de Mendekunda, que me interesaría por ese tema, pues me parecía una aberración que esas edificaciones estuvieran criando polvo y telarañas, y el terreno sirviendo a las serpientes para medrar en la soleada quietud del paraje.

La solución estaba ahí. No en apadrinar niños para llevarlos a guarderías privadas, no en dar caridad y menos en utilizar como todos los  Jacksons de variado pelaje las miserias de los demás para convertirlas en oportunidades de negocio, sino en solventar los problemas estructurales que afectaban a las aldeas lejanas a los centros educativos gratuitos y estatales. La escuela ya estaba hecha. Veríamos qué podíamos hacer.

Comprendía que para la comunidad de Mendekunda, en tanto que minoría cristiana, era importante la preservación de su fe a través de la enseñanza también, y que esa escuela abandonada  era un patrimonio importante  de esa comunidad y en la cual , a buen  seguro,  cifraban parte de sus esperanzas del mantenimiento de su identidad colectiva . Comprendí que la existencia de esa escuela en su comunidad era algo importante  para ellos, y por tanto que ese factor era insoslayable tenerlo en cuenta. La debilidad de una minoría social, de origen extranjero y religión diferente , es algo evidente. Algo que requiere apoyo y protección. No asimilación, sino convivencia.

A menos de un kilómetro Yuma daba clase bajo la sombra de un árbol y alimentaba a unos niños cuyos padres nada pagaban por ellos, mientras que ahí unas más que decentes construcciones se pudrían al sol, mientras alguien con un fenomenal coche andaba por cualquier otra parte tratando de engañar a quien tuviera dinero para hacer solidaridad desde allende los mares. Una historia eternamente repetida.

 La escuela de Yuma acabaría costando 145.724 dal ,  3.938 €,  a enero del 2011, dispensario y mobiliario incluido. Me gustaría saber lo que la oenegé británica desembolsó en la escuela, es un decir, de Mendekunda. Y qué sabrán de su final aquellos que hicieron las donaciones..

Les prometí a Pascaline y Mari Noël que me interesaría por la cuestión y que haría lo que estuviera en mis manos por recuperar para el pueblo esa escuela. Lo que había que hacer para echar no solo una mano a Pascaline y Mari Noel sino a las familias de Mendekunda , Kerrgallo y Same, era poner en marcha esa escuela, no ya como guardería sino como escuela Primaria Gratuita y  Homologada, como las gestionadas por el Estado.
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Lo hemos dicho en nuestros análisis sobre la situación de la enseñanza en Gambia repetidas veces: el inconveniente para llegar a la universalidad de la enseñanza en primaria, no son los costes económicos pues dicha enseñanza es gratuita en este país, sino que los obstáculos son de otro tipo:

-         el déficit cultural en algunos sectores de población que considera poco importante llevar a los niños a la escuela.
-  el marco general de pobreza que hace que , junto con la causa anterior, algunas familias prefieran que los chiquillos y las niñas desarrollen alguna pequeña actividad productiva, como buscarse la vida reciclando cosas de los basureros, medrando alrededor de los turistas, o ayudando en la venta ambulante de menudencias, etc.
-         Y el hecho que las pequeñas aldeas se encuentren a varios kilómetros de la Escuela primaria más cercana, lo cual es un obstáculo para que los niños de 7, 8 y 9 años puedan trasladarse a pié.


Eso sí, esta manera de entender la resolución de los problemas no le daría para poder tener una fotito de “mi niña” africana apadrinada, pero le daría para tener una foto de “su escuela” (la de ellos)...

La pregunta es ¿qué queremos hacer? ¿resolver los problemas reales de los países que necesitan una ayuda exterior para salir del trance, o dar caridad?

Este plan llevado a las aldeas que no pueden disponer de educación primaria, pues los centros están a varios kilómetros, solventaría en las zonas rurales un grave problema. De manera definitiva.



Exactamente es lo que ocurre en esta franja de territorio, donde las aldeas de Mendekunda, Kerrgallo y Same, muy cercanas entre sí,  encuentran que las escuelas de Primaria más cercanas están casi a cinco kilómetros.

Si hubiera en cada aldea o grupo de aldeas una escuelita, como la de Kerrgallo o esta de Mendekunda, que ofreciera al menos los dos primeros cursos, o tres,  de primaria, facilitaría que para el cuarto curso, con los críos ya más mayores,  el problema de  asistir a los centros escolares de mayor envergadura y más alejados no fuera tan grave. Pero ya no se habrían desenganchado de la enseñanza.

No se trata de empezar a apadrinar niños, se trata de APADRINAR LA ESCUELA desinteresadamente. Es decir de cubrir los estrictos gastos, públicos y justificados,  de los salarios y seguridad social de los profesores necesarios. Y ofrecer con ello enseñanza gratuita a los niños de esta zona apartada de los centros de enseñanza. Hacer lo que el Estado no puede por ahora. Así de sencillo.

Esto es lo que se propone El Color de la Papaya y de paso mostrar con la gestión integral de una escuela que otro tipo de solidaridad es posible ¡¡. Si Dios quiere¡¡

Porque ésa y no otra es la cuestión.


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