viernes, 11 de febrero de 2011

LOS NIÑOS DE KERRGALLO (CXVII). 11022011

Dicen que un número capicúa trae suerte, que tiene magia. El 11 de febrero de 2011 conforma una fecha capicúa.

Y es la fecha en la que un montón de amigos y amigas de los Niños de Kerrgallo y de El Color de la Papaya van a cenar juntos en el Restaurante BACI  de Castelldefels en un acto de carácter solidario.

Se trata de echar una mano a ese proyecto final en esta explanada , cual es La Escuela Práctica de Agricultura. Un proyecto integral donde los hubiere, un remate portentoso para una bonita historia de amor y solidaridad.

Pero también ese acto es algo más que dar un empuje al que debería ser el punto culminante de esta historia. De hecho es sobre todo, otra cosa.

 Este ha sido, está siendo,  un proceso ejemplar, a mi juicio. Y tendrá que llegar el momento en donde extraeremos y plasmaremos sobre el papel, el análisis de  esta experiencia solidaria que puede decirse, modestamente en todo caso,  que es una manera alternativa de entender la causa a favor de los desfavorecidos. Lo haremos porque creyendo en lo que hacemos, estamos seguros que lo que pretendimos hacer, lo hicimos : hemos querido levantar la esperanza en el ser humano, entre aquellos que se han acercado por aquí para  explorar esta explanada y han acabado sumergiéndose  en sí mismos. Hemos trabajado por devolver la confianza a la gente . No hemos trabajado tan solo por resolver un problema real aplicando medidas sensatas que tendieran no a la subsidiariedad sino a la autosuficiencia.

Es tan simple como que el camino para llegar a ti mismo pasa a través de los demás.

Hemos querido construir puentes. Y la estación término siempre has sido tú, no ellos, ni yo.

Comprender que el paraíso y el infierno están dentro de nosotros mismos. Que el primero es sinónimo de altruismo, y el segundo lo es del egoísmo y la individualidad.

Que la serenidad del alma se obtiene dándole su natural alimento que no es otro que la realización del bien por empatía con los demás.

Comprender que tú eres yo, que nosotros somos ellos, y que todo no es sino Él.

Por eso,  la forma inducida a esta acción,  la de la iniciativa abierta y colectiva,  es en sí misma parte del objetivo. El camino es el mismo fin.

La transparencia y el esfuerzo de comunicación a través del blog han cumplido el mismo objetivo: la ruptura de barreras interpersonales, la unión, la falta de manipulación,  tratando de dar un mensaje: puedes confiar en ti mismo de la misma manera que soy digno de que confíes en mí. El camino es simple: no pongas tus intereses personales por delante y amalgama con ello ese entramado que nos permite reconocernos en el otro en base a lo mejor de nosotros mismos.

No hemos querido ser eficaces gestores, ni buenos tecnócratas. Hemos querido ser incendiarios de corazones, para que el resplandor de las llamas se convirtiera en una bandera de esperanza.

Y con ello hemos realizado los mejores presupuestos y la más eficaz de las gestiones, porque la clave estaba en la intención. Las cosas funcionan y se realizan en base al espíritu que las anima, que les da vida.

Nunca hemos pedido un solo euro. Jamás hemos mostrado pena por esa comunidad. Nunca hemos acudido al estímulo de la sentimentalidad.

Y al no introducir elementos de manipulación o de interés personal la vida ha inundado esta historia, la ha preñado de luz, y la ha envuelto de eso que algunos llaman magia.

Pasa que cuando la intensidad de las cosas que pertenecen al mundo del espíritu es grande y su recurso a ellas son el detonante de la acción sobre la realidad material, esa realidad, en este caso este escenario de la explanada de Kerrgallo, cobra un halo mágico que es perceptible con más intensidad. Entonces hay gentes que llaman a esos sitios “mágicos”. Es muy sencillo de entender, y si le llamáramos sitios vivos, podría comprenderse mejor.

La luz , como la magia, tienen la capacidad de llegar muy lejos. Estoy convencido que esa magia que irradia este lugar perdido en la sabana , esta noche llegará muy lejos, allá donde estén vuestros corazones.

Oriana, Sergio. Gracias por haberos llevado de aquí unas brasas, y por haber hecho con ellas una antorcha.





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