martes, 2 de marzo de 2010

LOS NIÑOS DE KERRGALLO (XXXVI). A la sombra del tuareg.



Mi querido Donante Desconocido (le tengo más cariño a tu nick conocido. Date por nombrado con él), estas últimas semanas he pensado mucho en ti. Bueno, no es cierto: no es que haya pensado, es que acudías muy a menudo a mi cabeza. ¿Sabes por qué? A veces , últimamente se me hace el ambiente irrespirable, y yo me conozco bien, en las situaciones de hostilidad reparto a diestro y siniestro. Y tengo una cierta tendencia a prender fuego a cualquier cosa que me huela a podrido. Y puedo cometer errores en la pedrea.

 Qué te voy a contar a ti, testigo sereno de nuestras tertulias y de tantos rifirrafes?

A las personas que pasan por nuestra casa les sorprende la atmósfera de paz que existe por aquí. Eso les gusta Y últimamente esa paz se está resquebrajando, se está volviendo algarabía y barullo.

Sin ti esa escuela que estamos levantando no hubiera podido hacerse. Mantuviste el anonimato, y lo que es más, desde aquel momento mantuviste un silencio absoluto. Por eso acudes a mi cabeza estos días de forma tan habitual. Fíjate que me llegan rumores de broncas que ponen en duda mi honestidad e intenciones al retener en mi casa los 11 sacos de arroz destinados a la viuda de Kerrgallo. Ya ves tú ¿qué voy a hacer yo con casi 500 kilos de arroz? La paella que me podría montar. Y la barbacoa que puedo montarme con 3000 euros ¿qué te parece, has calculado el número de vacas que puedo poner en la parrilla? Podríamos haber invitado a Martín Fierro y a toda su banda ¿tenía banda Martín? O también cabalgaba solo? Yo creo que debía cabalgar solo, aunque seguro que tú lo sabes mejor que yo.

Se lo decía hoy al hijo del Alcalo de Kerrgallo, que hoy se acercó al momento del té, tras el arroz solidario: si se hubieran dejado los 12 sacos a la viuda, sus vecinos la habrían expoliado en un visto y no visto, o ella hubiera mal vendido algunos para sacar para otras cosas. Con la necesidad que hay, y tantas veces que esa mujer ha recibido puñaditos de arroz par alimentar a sus hijos hambrientos, la escasez habría sido inmisericorde. “A ti los blancos te darán más cuando sepan que se acabó el arroz”.

Modu, el hijo del Alcalo, me dijo que habría sucedido así exactamente.

Yo entiendo lo de la foto, pero que le voy a hacer ? Si no se hacen mas que cagadas cuando las acciones se dirigen sin mucho conocimiento y con mucho ego.

Pienso en ti y cuando al través de la luz del atardecer sigo cabalgando y creo percibir la sombra de tu montura a mi lado y vuelvo la cabeza para encontrarte, sin verte , sé que estás ahí. Que confiaste en mí sin conocerme y que a ti no te interesan las fotos.

Ya ves, cuando te propuse que se pusiera aquel nombre a la escuela que se edificará gracias a él, fundamentalmente, me dijiste que mejor que ese honor se le diera al profesor que es quien había estado entregando su vida sin esperar nada a cambio. Vaya tela, soltada por un agnóstico como tú.


Se me está quebrando la paz amigo mío y no tengo muy claro como recuperarla cuando hay tanto follón alrededor.

No sabes como agradezco tu presencia imperceptible, pero tan intensa. Y cómo agradezco tu confianza.

También me acuerdo mucho últimamente de Aitor y Chiara ¿sabes? Llegaron como una brisa y se marcharon como un suspiro. Han pasado los meses desde que los abracé junto a la taquilla de billetes del ferry y los vi desaparecer entre el gentío de la sala de espera.

Fue su presencia y su acción tan especial que a veces me gustó pensar que eran dos ángeles caídos del cielo que vinieron a echarnos a los chavales, al profesor y a mí, una mano. Según pasan los meses y no tengo noticias de ellos (es curioso no nos intercambiamos ni teléfonos ni emails, a nadie se nos ocurrió..como si hubiera de darse por finalizado el encuentro y la misión, como en un encuentro clandestino en los  tiempos de antes) más me gusta pensar que no estaba equivocado y que aquellos chicos con pinta de contraculturales cambiaron sus mochilas por alas y se esfumaron antes de que el barco llegara al puerto de Banjul, y a lo mejor siguen aún en esa huerta que ayudaron a crear con tanto amor, y que gracias a lo que dejaron allá y a su presencia, como la tuya, real pero imperceptible, bajo aquel sombrajo de El Color de la Papaya se siente la paz que se siente, incluso cuando alguien cuestiona si bajo la sombra de aquellos árboles esmirriados no se estarán enseñando cosas raras o simplemente te pregunta en aquel restaurante solidario, no vaya a ser que el embrujo  del mismo nos haga olvidar la “verdadera” realidad,  por las lapidaciones y los talibanes y la opresión de la mujer en el Islam, así,  para darte directamente por el culo , ya que abordar las cosas por el flanco de los chavales y la conveniencia o no de comer arroz allá, visto lo visto no mola, mejor entrar directamente a matar, y dejarnos de palabritas, niños hambrientos y magias hortelanas, a ver si se nos va a embrujar antes de que nos de tiempo a descerrajar la Browning, o la navaja albaceteña de esta España intolerante y malparida.

Pero cuando el polvo se posa, me vienes tú y Chiara y Aitor a la cabeza. ¿Sabes? Es curioso ver que solo la luz perdura y que la sombra está condenada irremediablemente a desaparecer , en ella misma.

Pero me estoy cansando amigo mío, quiero que tu dinero y las otras aportaciones se acaben de emplear y verme libre de esta carga. Siempre nos ha gustado la soledad y la paz, y tan solo las circunstancias me obligaron a abrir mi casa y recibir a los demás.

He aprendido mucho del valor de la cooperación, pero me gusta el cabalgar solitario del gaucho y del tuareg. Del nómada.

El desierto y la pampa, y la sabana del masai,  son buenos para encontrarse con la Realidad. Que es mejor tenérselas que ver con el león y el chacal, y con los problemas de verdad,  que con esa maraña de egos que hace la vida irrespirable.

Y dejar tan solo que el fueguecillo de la noche sirva para compartir un poco de mate o de te con cualquier otro viajero, antes que el diferente camino de cada cual nos acabe llevando al mismo sitio.

Y seguir camino de mañanita después de una buena charla al calor de los maderos, cuando las sombras de la noche y el caprichoso juego de los reflejos no dan mucho cuartel al ego y a la farsa . Mierda , coño, qué mierda.


Se que tu lo sabes y que  por eso me pusiste lo que me pusiste en la mano para ganar esta pelea : lo que me gusta es destripar a puñaladas este león de miseria que envuelve a esa comunidad de chavales. Y poder colgar cuanto antes su piel a la entrada de Kerrgallo.

2 comentarios:

Gabriel Massana dijo...

Se me hace difícil escribir un comentario. Mientras en los años 70 yo me cagaba encima tu ya paseabas por la universidad, a menos de diez kilómetros de donde mi madre me limpiaba el culo.

Que te puede decir un niñato, un crío, alguien que ha vivido tan poco. Prácticamente solo te puede dar ánimos. Ánimos Ahmed, ánimos familia.

A veces hay que alejarse para ver todo mas de cerca. Igual que desde Europa nos cuesta mucho entender tu realidad, tu vida, tu día a día. Vuestra vida en Gambia.

Seguramente estar tan metido en el meollo hace que se cruce mucho polvo que se mete en los ojos. Y el polvo en los ojos duele y molesta.

Estas últimas semanas eran esperadas y fueron sufridas, antes, durante y lo están siendo después. Por favor Ahmed, no quemes el puente todavía. Deja pasar la brisa de la tarde y mira otra vez a tu alrededor, seguramente el polvo de los ojos que nos hace daño se haya esfumado.

Gabi

Flor dijo...

Hola Gustavo, te mando un abrazo intenso, lleno de orgullo y agradecimiento "por todo tu empeño".

Quiero que sepas que eres un puente, o por lo menos, eso parece que te toca ser ahora.

Cuando me enfado, si me cabreo mucho, procuro dejar que el dolor y la mala hostia se transforme en algo positivo.

¿Cómo lo hago? A veces necesito mirarlo con un poquito de distancia, después de haber respirado un buen rato.

¡Tú eres un hombre muy fuerte!.